Es Elfriede Jelinek, leyendo el discurso de aceptación del premio Nobel de Literatura 2004. No es fácil innovar en los premios Nobel, tan marcados por la tradición. Pero esto es lo que ha hecho la escritora austriaca, nacida hace 58 años en Mürzzunschlag, al registrar su discurso en un video y enviarlo a Estocolmo, en vez de asistir directamente a la ceremonia de entrega, que se celebrará el viernes 10, en el Konserthuset de Estocolmo. Un grupo selecto de invitados y periodistas vio ayer el video en Estocolmo, al tiempo que se difundía por internet.
Nada más saber, a principios de octubre, que iba a recibir el premio, Jelinek, autora de La pianista, Las amantes y Deseo, ya anunció que no pensaba acudir a recogerlo. El motivo es que padece, alegó, fobia social, una patología que provoca que las multitudes le produzcan alergia. El trajín que acompaña la concesión de los premios y el discurso ante el público le resultaban insoportables.
El videodiscurso de Estocolmo, de 39 minutos, fue todo menos cómodo. Era más una pieza de prosa entre poética y filosófica, hermética y digresiva, que una conferencia al uso. Ya el título indicaba por dónde iban los tiros: Im Abseits, que puede traducirse por Al margen, pero también Fuera de juego.
"¿Cómo puede el poeta conocer la realidad, si es ella quien pasa a través de él y quien le arranca, siempre hacia el margen? Desde allí ve mejor, por una parte. Por otra parte, no puede quedarse en medio del camino de la realidad. No es su lugar. Su lugar está siempre en el exterior. Sólo lo que dice desde el exterior puede ser recibido, y puede porque dice ambigüedades", sostuvo Jelinek.
La obra de esta escritora austriaca, poco conocida fuera del ámbito lingüístico alemán hasta que recibió el Nobel, es una creación al límite, que confronta con crudeza al lector con el sexo y la violencia. "Cuando uno está al margen, siempre debe estar preparado a saltar una y otra vez hacia la nada, que se encuentra justo al lado del margen", reflexionó.
El poeta, explicó Jelinek, vive en combate permanente con el lenguaje, "mi guardián de prisión", dijo. "Esta perra de lengua que debe protegerme, mi única protección contra el hecho de ser descrita, ahora me ataca". Fue un discurso sin referencias a la actualidad, pero con marcados acentos austriacos. En la reflexión sobre la relación con el lenguaje, por ejemplo, que remite a la literatura y el pensamiento de la Viena de principios del siglo XX. Pero también en la celebración de la marginalidad y del ir contracorriente, que autores como Thomas Bernhard cultivaron antes que la laureada.
Ambos, Jelinek y el fallecido Bernhard, se enfrentaron con las instituciones de su país y se han convertido en bestias negras del nacionalismo local. Jörg Haider, el líder del Partido Nacional Liberal, aprovechó la lectura del discurso para embestir contra la premiada. "Jelinek sólo ha alcanzado la fama por arremeter contra Austria. Incluso es uno de los principales motivos para obtener el premio Nobel, lo que hace que ese odio a su país sea enormemente sospechoso. Para mí su obra no tiene ningún valor", dijo el político ultranacionalista en un programa de televisión.
Elfriede Jelinek no es la primera Nobel de Literatura que no acude a recoger el premio. En 1973, el australiano Patrick White tampoco acudió ni a la ceremonia ni al banquete. Además, hay precedentes ilustres como Winston Churchill o Ernest Hemingway, además de Jean Paul Sartre, quien rechazó el galardón. A finales de mes, el secretario permanente de la Academia Sueca, Horace Engdahl, acudirá a Viena para entregar el galardón 1.3 de dólares a la premiada.

