Normalmente prevalece una relativa calma durante el crusdo invierno afgano. Los rebeldes radicales islámicos acumulan fuerzas para la primavera.
La violencia remite. Sin embargo, los más recientes enfrentamientos no encajan en este cuadro: el jueves 11 de enero se produjeron los combates invernales más enconados desde el derrocamiento del régimen talibán hace cinco años.
Los enfrentamientos fueron los más intensos registrados en Afganistán desde el pasado mes de septiembre. Según datos proporcionados por la fuerza internacional ISAF, hasta 150 rebeldes murieron al intentar incursionar desde Paquistán en territorio afgano.
Los enfrentamientos podrían presagiar otro "año sangriento" en Afganistán, tal como teme Estados Unidos.
"El próximo año probablemente será igual de sangriento que este año", había pronosticado a finales de noviembre el embajador de Estados Unidos en Kabul, Ronald Neumann, citado por el periódico Financial Times.
"No obstante, aún es posible ganar la guerra", opinó el diplomático. La afirmación de Neumann refleja un cambio de opinión: antes, Estados Unidos apenas discutía sobre si el conflicto con los talibanes podría ser ganado, sino más bien sobre cuándo vendría la victoria. Sin embargo, la creciente violencia en Afganistán ha reforzado la impresión internacional de que no está garantizado el triunfo sobre los insurgentes, que se han hecho más fuertes, sobre todo en el sur del país.
Por el contrario: en los últimos meses se ha extendido cada vez más el temor a un fracaso. Los numerosos récords deprimentes que registró Afganistán el año pasado han alimentado ese temor. En 2006 se hicieron volar por los aires 124 terroristas suicidas, aproximadamente seis veces más que en 2005. Antes, los atentados suicidas, que recuerdan el modusoperandi de la insurgencia en Irak, prácticamente eran un fenómeno desconocido en Afganistán.
El alzamiento radical islámico se cobró el año pasado más de 4 mil vidas, cifra más de cuatro veces superior a la de 2005. Unas mil víctimas de la violencia eran civiles. La producción de drogas se incrementó en 2006 en casi un 50%, según datos de Naciones Unidas.
Más del 90% del opio, la base de la heroína, que se produce en el mundo procede de Afganistán. Entre los que se benefician del cultivo de la amapola también figuran los talibanes.
Los rebeldes han despejado cualquier duda sobre su voluntad de hacer todo lo posible para que se cumpla el pronóstico pesimista del embajador estadounidense en Kabul.
Hace algunos días, el líder talibán mullah Omar hizo declaraciones en una de las raras entrevistas que concede, que anulan la esperanza de un cese del conflicto en Afganistán.
