Que Slobodan Milosevic muriera durante el juicio en su celda de la cárcel de la ONU en Scheveningen era la peor pesadilla posible para el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY). Y el sábado se hizo realidad.
En la mañana, un guadia encontró al ex dirigente de 64 años sin vida en su cama de la celda de la cárcel recientemente renovada. Así, el proceso contra el principal acusado de las guerras en los Balcanes termina sin que se dictara un fallo.
El juicio duraba ya cuatro años, en un esfuerzo sin precedentes en la historia de la justicia internacional de superar no solo políticamente los peores crímenes de guerra desde la II Guerra Mundial, sino también de castigar a los responsables.
Desde un punto de vista jurídico, el ex presidente yugoslavo que aplastó con violencia los movimientos independentistas de sus ciudadanos muere como inocente, a falta de una sentencia.
Y algo mucho peor: la Cámara Tercera, a cargo del jamaiquino Patrick Robinson, el surcoreano O-Gon Kwon y el británico Iain Bonomy, enfrenta duras acusaciones.
El hermano de Milosevic responsabilizó de su muerte al tribunal desde Moscú, donde reside.
De este modo se convirtió en portavoz de los muchos seguidores que Milosevic aún tiene.

