Rosina Ynzenga Especial para La PrensaHace 60 años, Europa intentaba —de una manera desesperada— salir económicamente a flote y recobrarse de los devastadores efectos de la II Guerra Mundial.
Secuelas que habían dejado al continente sumido en escombros y sin industria ni agricultura.
El hambre y el frío eran por aquellos años las dos principales causas de mortalidad.
Entonces surgió el Plan de Reconstrucción Europeo, más conocido como el Plan Marshall por ser concebido y esbozado por el secretario de Estado norteamericano, George Marshall, el 5 de junio de 1947 en la Universidad de Harvard.
Pocos meses después, en febrero de 1948, el golpe comunista de Praga precipitó su aprobación por parte del Congreso norteamericano. Ese mes se creó la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE) para repartir la ayuda.
Corrían los años previos a la guerra fría. Berlín quedaría separada por un muro donde cada lado miraría hacía políticas diferentes. Cayó la Unión Soviética (URSS) y el muro es únicamente un recuerdo.
Hoy, la Unión Europea acoge a países que estuvieron bajo control soviético. Pero para dar el primer paso, Europa tuvo que aceptar la ayuda estadounidense.
EU inyectó 13 mil millones de dólares en la economía europea en cuatro años fiscales entre 1948 y 1951. Dinero que no solo sirvió para ayudar a paliar el hambre sino para reconstruir la infraestructura destrozada por las bombas y sociedades donde los muertos se contaban por millones.
Excluir a la URSS
Las penurias de la post-guerra se hacían insoportables y las economías europeas no terminaban de recuperarse. El Departamento de Estado estadounidense, consciente de la importancia de los mercados europeos, creó un plan para su recuperación que expuso Marshall.
La Unión Soviética era una de las potencias vencedoras de la guerra y por eso fue incluida en el discurso de George Marshall, escrito por Charles Bohlen.
El Departamento de Estado de EU sabía que Josef Stalin no querría participar y que el Congreso jamás aprobaría el envío de dinero a la URSS. El dirigente soviético se mostró al principio cauteloso.
La doctrina leninista decía que, cuando las economías capitalistas empezaran a derrumbarse, intentarían desesperadamente comerciar con los adversarios comunistas. Con esa idea en la cabeza, Stalin pensaba que bajo esas circunstancias su país podría dictar los términos de la ayuda.
Los ministros de exteriores británico y francés se reunieron con el entonces ministro de Exteriores ruso, Vyacheslav Molotov, para presentarles una lista de condiciones inaceptables para su gobierno.
La más importante era el control por organismos o personas independientes de todas las economías de los países que se acogieran a la ayuda. Además le expusieron que el aceptar suponía la unificación de las economías de Europa.
Ambos puntos chocaban con la estricta planificación económica soviética.
El 12 de julio de 1948 tiene lugar en París, la cumbre donde se invita a todos los países europeos, con la excepción de España por su simpatía con los nazis durante el conflicto. Checoslovaquia y Polonia mostraron su interés, pero Moscú les “recomendó” no asistir.
Al final los países orientales – satélites de la URSS– rechazaron la oferta. Se inició la división de Europa en dos bloques cuando se puso en marcha el homólogo soviético del Plan Marshall, el plan Molotov, más conocido como Comecon.
