Tras cien años de la matanza de más de 3 mil obreros del salitre, la mayoría peruanos y bolivianos, en la desértica región de Iquique, expertos buscan sus restos, en un acto de reparación y de recuperación de la memoria obrera del norte del país.
Aunque no existen números exactos, los relatos populares hablan de 3 mil 600 muertos, entre hombres, mujeres y niños, a manos de militares enviados por el gobierno de Pedro Montt (1906-1910) para reprimir una huelga.
"Cualquier genocidio es terrible y nosotros no nos quedamos al margen de eso. A mí me impacta mucho cómo el Estado ha funcionado", dijo el arqueólogo Francisco Téllez, a cargo de un equipo de ocho expertos embarcados hace un mes en la ardua tarea de recuperar los restos óseos e identificarlos.
Determinar con exactitud la cantidad de víctimas, que nunca fueron contadas, es otra de las tareas del equipo de expertos.
La masacre fue inmortalizada por el grupo chileno Quilapayun a partir de la composición del fallecido Luis Advis, Santa María de Iquique. Cantata Popular.
Según los relatos orales, los muertos fueron lanzados originalmente a una fosa común del cementerio número dos y posteriormente exhumados y trasladados a una fosa al costado del Servicio Médico Legal (SML) de la ciudad de Iquique, a mil 857 kilómetros al norte de Santiago.
La llamada "Matanza de la Escuela Santa María", perpetrada el 21 de diciembre de 1907, se convirtió en el principal hito de la historia del sindicalismo chileno, jalonada de masacres de las que la historia oficial poco se ocupó en el pasado.
Hasta el momento han sido exhumados mil 282 cadáveres, desde neonatos hasta ancianos, además de zapatos, ropas, medallas y otros objetos de uso común, además de trozos de diarios de la época y documentos personales, contó Téllez.
