Soy tornero

Soy tornero
Lula ha recorrido un largo camino y en el camino ha madurado, como él mismo declaró durante un mitin. Esta foto fue tomada el 21 de octubre cuando Lula hablaba a un grupo de artistas e intelectuales

BRASILIA, Brasil (REUTERS).

A comienzos de la década del 80, cuando todavía era un joven y explosivo líder sindical, Luiz Inácio Lula da Silva ya mostraba un pragmatismo que muchos de sus críticos ven hoy como una traición a sus ideales socialistas del pasado.

“¿Es usted comunista, socialista, o qué?”, le preguntó un adversario político al ex obrero metalúrgico, hoy favorito para convertirse en el presidente electo de Brasil.

“No, soy tornero mecánico”, respondió Lula, evitando, tajante, encasillarse en definiciones ideológicas.

Han pasado más de 20 años desde que Lula fundó el Partido de los Trabajadores (PT) y enfrentó a la dictadura que gobernó a Brasil hasta 1985, que llegó a encarcelarlo.

El tiempo no solo ha encanecido la barba de Lula: el ex sindicalista revirtió muchas de sus posiciones radicales del pasado y se alió con un partido de centro-derecha, buscando tener éxito en su cuarto intento por alcanzar la presidencia.

Sus derrotas en 1989, 1994 y 1998 dejaron también su marca en la elección de su candidato a la vicepresidencia, que recayó en el empresario textil José Alencar, a quien décadas atrás habría enfrentado liderando marchas sindicales.

Sin embargo, Lula, hijo de madre y padre analfabetos, no ha renegado de sus orígenes humildes que lo convirtieron en símbolo de los trabajadores de Brasil, un país de 170 millones de habitantes, con al menos 50 millones de pobres y que tiene la cuarta peor distribución del ingreso en el mundo.

“La victoria de los Silva (un apellido común en el país) creará un proceso semejante al que ocurrió en Sudáfrica, donde la mayoría de la población es negra y eligió a (Nelson) Mandela”, dijo Lula durante la campaña.

Lula recorrió el mismo camino que miles de compatriotas pobres, emigrando de pequeño desde el estado de Pernambuco, en el miserable noreste del país, hacia la periferia de São Paulo, capital económica de Brasil.

Ese viaje es hecho cada año por miles de brasileños que intentan dejar la pobre y seca región para conseguir un empleo en los grandes centros urbanos.

Lula no logró terminar la escuela primaria y se convirtió en tornero mecánico, y hasta perdió la falange del dedo meñique de su mano izquierda en un accidente de trabajo.

A los 57 años, tiene más posibilidades que nunca de dirigir la mayor economía latinoamericana, tras ganar por una amplia diferencia la primera vuelta de las elecciones del 6 de octubre, con casi 40 millones de votos, una histórica votación para la izquierda en el país.

Y ahora marcha hacia una segura victoria, según todas las encuestas de intención de voto, sobre el oficialista José Serra en la segunda vuelta electoral del domingo.

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