Panamá ha perdido a un gran patriota; a un hombre superior que fue permanentemente inspiración para los que luchamos por la libertad de Panamá, y contrincante que venció a los que la sumieron en la oscuridad.
Guillermo Alfredo Ford Boyd vivió superándose siempre a sí mismo, demostrando a su mundo la diferencia entre la autenticidad y la mentira, la fortaleza y la debilidad, la sumisión y la libertad.
La suya no fue vida de una sola tonalidad; abundó en desafíos, riesgos, contratiempos, desilusiones y marcados triunfos. En verdad, tuvo un accionar de tantos colores como pocos hemos visto, y en su trayectoria jamás se dejó amilanar por circunstancias adversas.
Transitó largos años por los caminos del sector privado, creando empresas que administró en forma ejemplar y que, luego de hacerlas crecer, cedía a otros porque sentía que navegar en mar tranquilo no era su estilo de vida. Había en él notables cualidades ejecutivas y un desbordado deseo de hacer cosas. Generaba un sinfín de iniciativas porque, tal vez, le aterrorizaba no tener desafíos; porque, seguramente, trataba de encontrar en su exuberante actividad una expresión y una salida para su naturaleza insatisfecha.
Las organizaciones del sector empresarial recibieron de él un liderazgo imponente, principalmente cuando ejerció la presidencia de la Cámara de Comercio en los años 60. Billy Ford supo seguir siempre un camino de honradez y de verdad, y probó, sin lugar a dudas, su vocación de servicio a la nación.
Su lucha contra la dictadura militar, afirmaba sin ambages, era por la democracia, la justicia y la libertad, y estaba dispuesto a demostrarlo en la calle. Ello le llevó a sentir el dolor del exilio y a exponer muchas veces su propia vida. Todos recordamos la brutal agresión de la tiranía contra él en la plaza de Santa Ana, y cómo los batalloneros de Noriega le asesinaron a su leal escolta Alexis Guerra, y dejaron gravemente herido a Humberto Montenegro, su otro fiel compañero.
El heroísmo de Billy ese día unió al mundo contra la dictadura militar de Panamá, dando comienzo al aislamiento que condujo a la caída del régimen que nos mantuvo secuestrados durante 21 años.
Caída la dictadura, Billy Ford, vicepresidente de la República y ministro de Planificación y Política Económica, y presidente interino en el Gobierno de Reconstrucción Nacional, se entregó a la planificación del pago de la enorme deuda social que dejaron los depredadores militares y sus cómplices. Fue suyo el diseño del llamado “Plan Ford” de reforma económica que, en buena parte, sirvió de marco de referencia para el resurgimiento económico y social de Panamá.
Entre sus muchos logros en ese gobierno, resaltamos dos de los más importantes: el haber desatrancado el sistema financiero del país –congelado desde el cierre bancario de 1988– y haber capitalizado la Caja de Ahorros, que había sido saqueada por la tiranía.
Sosegado el país, Billy se lanzó a buscar nuevos horizontes políticos. Exhibiendo su característica disfonía carrasposa que le impuso el alias de Gallo Ronco –su más exitosa marca política– mantuvo una activa actuación en su partido político, el Molirena, buscando implantar en él una verdadera visión de patria. Lo que buscaba era fortalecer la democracia a través de un partido respetable y confiable, consolidar la función ética de la administración del Estado, y arraigar la seguridad jurídica como método esencial para el desarrollo con paz social. Son tareas inconclusas que nos quedan a los que creímos en él, a los que lo admiramos y comprendimos ... a los que compartimos con él su idealismo, energía y optimismo, al igual que su deseo de presentar a la ciudadanía una real opción de buen gobierno.
Guillermo Ford nunca buscó reconocimiento especial por lo que había logrado para el país; y se lo hemos quedado debiendo.
Billy se fue probablemente con un sentimiento que Unamuno describió elocuentemente, y que cito: “Grande y terrible cosa el que sea el héroe el único que vea su heroicidad por dentro, en sus entrañas mismas, y que los demás no la vean sino por fuera, en sus extrañas. Es lo que hace que el héroe viva solo en medio de los hombres y que esta soledad le sirva de una compañía confortadora”.
Que descanse en paz.
