El distrito de Cañazas, el de mayor índice de pobreza en Veraguas, tiene un don especial: ha sido el único poblado que ha visto nacer a dos de los tres obispos que en la historia de la Iglesia católica panameña han salido de esta provincia.
El primero de ellos, Tomás Clavel Méndez, ha sido probablemente la inspiración para que muchos jóvenes de las áreas rurales de Veraguas se decidan por la vocación sacerdotal, pese a que provienen de hogares en donde se viven circunstancias económicas difíciles.
De hecho, la ejecutoria de Clavel, considerado en su momento el obispo más joven del mundo al ser ordenado a los 33 años, y ser el primer panameño en ocupar el cargo de arzobispo de Panamá (1964-1968) de manos del papa Pablo VI son razones sobradas para inspirar a cualquier religioso veragüense.
Así lo reconoce Audilio Aguilar, segundo obispo nacido en Cañazas y primer veragüense que preside la Diócesis de Santiago de Veraguas, quien considera que Clavel ha sido la inspiración para muchos de sus coterráneos.
“El haber conocido su obra, su amor y su servicio con los cristianos fue muy enriquecedor y ha constituido una inspiración en mi vocación sacerdotal”, enfatizó.
APORTE
La historia de la Iglesia católica en esta provincia ha sido protagonizada por religiosos que han ayudado a su desarrollo social, económico y político, principalmente en las áreas más apartadas.
Algunos nacidos en estas tierras y otros que vinieron del extranjero, que incluso ofrendaron sus vidas al servicio de la vocación sacerdotal, han sido parte del crecimiento que aquí ha tenido la fe católica.
Tomás Clavel Méndez, Marcos Gregorio McGrath, Martín Legarra (fallecidos), José Dimas Cedeño, Óscar Mario Brown, Audilio Aguilar y los sacerdotes Héctor Gallego y José Félix Güembe, entre otros, han escrito y siguen creando capítulos importantes en el desarrollo no solo del catolicismo, sino en la solución de los problemas sociales.
Para el sociólogo veragüense Víctor Jordán Anria, sin duda la Iglesia católica y sus servidores han jugado un papel preponderante en la lucha social de los campesinos para lograr el desarrollo de sus pueblos.
GALLEGO, LA HERIDA
Para el recién nombrado obispo de la Diócesis de Santiago, Audilio Aguilar, dentro del papel que han jugado los obispos locales hay momentos difíciles de la historia, como los vividos por Martín Legarra Tellechea, quien estuvo a cargo de esta Diócesis (1969-1975) en la época en que se dio la desaparición del sacerdote Héctor Gallego, el 9 de junio de 1971.
“Era niño cuando escuchaba las palabras de Legarra pidiendo que apareciera el sacerdote Gallego, quien intentó llevar esperanza a los campesinos”, recordó.
Hace tan solo una semana, durante la celebración de los 50 años de creación de la Diócesis de Veraguas, Aguilar señaló que “la desaparición de Héctor Gallego es una herida que aún no ha sanado para los católicos, porque no sabemos dónde está”.
Otro prelado que dejó sus huellas en esta tierra fue el primer obispo de Veraguas (1964-1969) Marcos Gregorio McGrath, quien logró la creación de cooperativas y la organización de los campesinos.
Igualmente, se reconoce la labor realizada por José Dimas Cedeño, a quien se le atribuye la creación del seminario menor San Liborio, localizado en la ciudad de Santiago, para la formación inicial de los nuevos sacerdotes.
