El reciente deceso del amigo, periodista, comentarista y escritor Raúl Eduardo Cedeño Prada, fallecido a los 73 años en la ciudad de Las Tablas, sorprendió a muchos.
Hermes Sucre, quien fue su asistente en la dirección de Relaciones Públicas del Ministerio de Comercio e Industrias, lo describe como un hombre culto, organizado y un profesional de muchos quilates. “Nunca rehuyó las críticas contra el ministerio, por el contrario, era un ‘puente de plata’ entre los funcionarios y la prensa”, apuntó.
Recuerda que les llamaba a su despacho y les inquiría: ¿qué libro estás leyendo? No quiero artesanos del periodismo, quiero profesionales con visión, con marco de referencia y cultura general”.
Fue un caballero a carta cabal, dotado de una excelente formación académica, con una sólida moral y un carácter que le permitió desplazarse como pez en el agua en diversas facetas de la comunicación, la radio y la televisión, así como en las relaciones públicas.
Pero fuera de ese desempeño profesional, también hubo un ser humano que se ganó el respeto, admiración y cariño de compañeros y amigos.
Ángel Sierra Ayarza, periodista de televisión, guarda gratos recuerdos de él. Vuelve a su mente cuando llegó al hoy emporio Medcom, en ese entonces los noticiarios de Canal 13 hacían sus pininos frente a gigantes en veteranía como el Canal 4 y Televisora Nacional.
Sierra llegó con otros comunicadores bisoños, entre ellos Valerio Ábrego, Axel Rivera, Jennia Nenzen y José Escobar, encontrándose con Raúl, un comunicador social con espuelas, ante quien su timidez era evidente.
Lejos de ser el profesio- nal arrogante, al que le dan un puñado de novatos a formar, los recibió como un jefe de patrulla amigo para enseñarles trucos y destrezas del oficio que les exigiría sacrificios, pero a la vez daba satisfacción.
Lo que más recuerdan Ángel y Axel fue la confianza en sí mismos que les infundió, la audacia que requerían, la seguridad para manejarse en un medio tan plástico como la televisión.
Les inculcó que fueran originales, que no copiasen estereotipos de otros reporteros y, sobre todo, asumir con decisión y precisión las coberturas noticiosas para brindar un producto sólido e interesante a la teleaudiencia.
Otro que lo conoció de cerca, porque compartieron bancas en la vieja Escuela de Periodismo de la Universidad de Panamá, fue el profesor Javier Burgos. Raúl y el cineasta Eduardo Frangias eran los alumnos más maduros, y quienes recibieron a una tropa en que figuraba el hoy docente Franklin Bósquez y otros jóvenes. Pese a la diferencia de edades, se integraron de la mejor forma y compartieron estudios y ratos de esparci- miento en que la amistad brilló. Raúl contagió a sus jóvenes compañeros, aconsejándoles a tomar con devoción la carrera, lo que no cayó en saco roto, pues hoy son profesionales competentes.
“Era anecdótico, alegre, celoso de su profesión periodística. Luego de la universidad nos volvimos a encontrar cuando dejaba la jefatura de relaciones públicas del Banco Nacional de Panamá y me transfería ese despacho. Nos despedimos con alegría, y me dijo que se iba tranquilo, pues estaba seguro de que la imagen de la institución estaría en buenas manos”.
