CRIMEN

Aceptar, entre lágrimas, con fe: Sarita Esses Btesh

Para la religión judía hay una frase que se expresa y acompaña cada instancia en que se recibe una mala noticia, se escucha de una muerte, o con más razón, de una tragedia. “Baruj dayan haemet”, que puede traducirse como “Bendito sea el juez verdadero”, o “Bendito sea el juez de la verdad”.

Una parte intrínseca de nuestra fe es reconocer que Dios controla el mundo y todo lo que acontece en él. Tanto lo bueno como lo malo. Aceptamos sus decretos bajo cualquier circunstancia, porque sabemos que todo tiene un propósito final y redentor en esta vida, aunque no sepamos ni podamos siquiera imaginar las razones de penas tan grandes, dolorosas y devastadoras.

Y es así que ayer judíos de todo el mundo expresaron estas palabras, una y otra vez, al escuchar el triste desenlace de una búsqueda que se inició hace 18 días, cuando Eyal, Gilad y Naftalí desaparecieron en Israel, secuestrados presuntamente por terroristas de Hamas.

Qué día tan triste y qué momentos tan dolorosos para el pueblo judío y todo aquel que se solidarice con el sufrimiento ajeno, cuando se reveló que los cuerpos sin vida de estos adolescentes fueron encontrados cerca de Hebrón.

Con este hallazgo infausto, la esperanza de tener un final feliz murió también, llenando de lágrimas los ojos y los hogares de estos jóvenes que fueron víctimas de un odio ciego, sin sentido y destructor.

Pero aun así, en estos instantes de luto bendecimos entre lágrimas pero con fe completa a Dios, porque aceptamos que las cosas van más allá de nuestro entendimiento. No podemos comprender Sus caminos, pero a pesar de la aflicción que nos embarga, sabemos por encima de cualquier duda que el verdadero juez, el jefe del mundo, sabe lo que hace.

Por 18 días rezamos unidos, pidiendo intervención divina para un buen desenlace, y aunque no recibimos la respuesta que deseábamos, tenemos también la certeza de que ningún rezo exclamado es en vano. Ahora solo nos queda acompañar en su sufrimiento a esas madres y a esos padres, porque sentimos que Eyal, Gilad y Naftalí son también nuestros hermanos; son también nuestros hijos.

Ojalá que Dios en su inmensa misericordia les envíe consuelo y aceptación a las familias y amigos de estos muchachos inocentes, cuyas vidas fueron extinguidas antes de tiempo. Y que en estos momentos de prueba, el pueblo judío prevalezca fortalecido con unión, fe, solidaridad y gracia. “Baruj dayan haemet”.

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