Hoy nos vamos a apartar por un rato de lo local. Y es que honestamente creemos que vale la pena escribir acerca de un privilegiado ser, que fue nada menos que la diosa de la belleza, el amor y el placer y que se conoció como Afrodita en Grecia y con posterioridad como Venus en Roma.
Sus orígenes son bastante confusos y existen por lo menos tres versiones para tratar de explicarlos.
Según una de ellas, nació de la espuma del mar, fecundada por la sangre de Urano, mutilado del litoral de Fenicia. Una enorme concha la llevó hasta la isla de Chipre, allí se quedó viviendo hasta que fue presentada a los dioses del Olimpo, quienes contra su voluntad la casaron con un dios viejo y cojo de nombre Vulcano, por lo cual aquella tuvo muchos otros amores y hasta más esposos.
Según otra versión, Afrodita fue hija de Zeus y de Dione, esta última a su vez hija de Urano y la Tierra.
La isla de Citera fue su reino, y desde allí ejerció su poder de embellecimiento de todo lo que existe como fruto del amor entre los seres. Se dice que su sonrisa calmaba todo tipo de tempestades.
También que el poder de Afrodita residía en su cinturón que a veces se lo prestaba a sus amigos para ayudarles a triunfar en sus aventuras sentimentales.
Afrodita tuvo debido a su universalidad muchísimos nombres diferentes que no se los vamos a mencionar para no enredar las cosas.
Tuvo algunos maridos y amantes, y un total de tan solo dos hijos, uno de ellos fue Eros, quien después cambió su nombre por el de Cupido, un pequeño dios muy travieso que ha obsequiado amor a los mortales con sus flechas dulcemente envenenadas.
Eros se casó con Psiquis, que estaba hecho con pedacitos de todas las almas de los hombres.
Y suspendemos aquí, esperando que la mitología también sea de vuestro especial agrado.
Un proverbio medieval se encarga de la frase de hoy, y dice: “Escucha, ve y calla, si quieres vivir en paz”. Ojalá esto les sea posible.
