Quisiera compartir con los lectores de este diario los sucesos científicos más fascinantes del año 2001, muchos de los cuales han marcado un hito en la historia de la ciencia y servirán de base para cambios trascendentales en el futuro venidero. Si bien el año que acaba de culminar ha sido testigo de debacles en la economía mundial y en la pacífica convivencia y tolerancia entre miembros de nuestra irracional especie, notables avances en genética, biomedicina, astronomía, paleontología y en el entendimiento de nuestro planeta han cautivado a los científicos de todo el mundo.
Sin duda alguna, el desciframiento del genoma humano representa uno de los acontecimientos más sobresalientes en los anales de la medicina, generando información sorprendente sobre nuestra naturaleza y reforzando la evolución darwiniana del hombre. Mediante el conocimiento exacto del orden de las letras químicas que componen el código genético podemos ahora entender las diferencias y similitudes entre nuestra especie y el resto de los seres vivos. Sorprendentemente, nuestro libro de vida consta de unos 35,000 genes, solo un tercio más que organismos mucho menos complejos como las lombrices intestinales. Los chimpancés y los humanos comparten un 99% de sus genomas, hecho que parece sustentar nuevamente nuestra simiesca procedencia. La diferencia entre una persona y otra es apenas de un 0.01%, lo que significa que un tronco biológico común ha dado origen a chinos, africanos, indígenas americanos, caucásicos y a cristianos, musulmanes, judíos, budistas, etc. El análisis minucioso del genoma durante este siglo permitirá explicar el origen de enfermedades genéticas, prevenir y corregir potencialmente padecimientos heredados y precisar los posibles riesgos de una persona a desarrollar patologías en su vida futura.
La clonación del primer embrión humano para la obtención de células madre, de inmenso potencial terapéutico, ha intensificado el debate entre la ciencia, la ética y la religión. El vacío jurídico en este tema deja el camino libre a científicos que, además de buscar nuevas formas de tratamiento para enfermedades incurables, tratarán de utilizar la clonación para fines reproductivos.
Sudáfrica, adelantándose a Europa y Estados Unidos, decidió aprobar un novedoso producto que puede potencialmente sustituir a la sangre humana para las transfusiones sanguíneas. Este compuesto llamado Hemopure fue desarrollado en 1982 y sometido a casi dos décadas de ensayos clínicos. El producto es elaborado a partir de hemoglobina bovina y es compatible con personas de todos los tipos de sangre. El año pasado, también, se efectuaron los primeros transplantes de un corazón totalmente mecánico, se consiguió la regeneración medular en animales parapléjicos, se logró frenar la progresión de SIDA en los monos con una nueva vacuna, se diseñaron programas de computadoras para localizar oncochips (destinados a localizar los genes cancerígenos de tumores determinados) y se realizó una intervención quirúrgica exitosa por un cirujano distanciado del paciente a más de 7,000 kilómetros, empleando el recurso de la telemedicina.
Los restos de la estación espacial rusa Mir se hundieron en el océano Pacífico en el mes de marzo. Este complejo espacial fue reemplazado por la Estación Internacional, la que sin duda inicia otra importante era de investigación científica. La NASA renovó su interés por el planeta Marte y a través de la nave Odissey 2001 ha empezado a obtener hallazgos novedosos, como la posible presencia de agua e hipotética existencia de vida microscópica. Por primera vez en la historia, una nave espacial logró posarse sobre un asteroide, el Eros, transmitiendo imágenes desde su superficie. Varios planetas, más allá de nuestro sistema solar, fueron descubiertos (son casi 70 hasta ahora) y novedoso resultó la detección de una atmósfera alrededor de uno de ellos. Se descubrió una gigantesca burbuja de agua en el nacimiento de una estrella y en la nebulosa de un disco planetario, el K3-35, localizado a 85 unidades astronómicas o UA (una UA corresponde a la distancia Tierra-Sol, calculada en 150 millones de kilómetros). Otro dato de sumo interés fue el hallazgo, inferido observando a las supernovas (explosiones termonucleares de estrellas a gran escala), de la persistente expansión del universo y, por ende, mayor distancia entre los sistemas galácticos. Estos descubrimientos demuestran que todos los seres vivos y el planeta que habitamos somos una muestra diminuta e insignificante dentro del inmenso e infinito universo, por lo que el antropocentrismo debe ser erradicado de nuestras mentes.
Los fósiles nos dan pistas sobre cómo fue la vida en la Tierra millones de años atrás. Los yacimientos de Atapuerca, declarados patrimonio de la humanidad por UNESCO, se perfilan como fuente inagotable de datos para conocer la historia de nuestros antepasados desde su llegada a Europa. Algunos restos fósiles encontrados en el 2001 parecen corroborar el origen africano de nuestra especie, aunque ciertos antropólogos apuntan a antepasados de procedencia china. La hipótesis de que las aves proceden de los dinosaurios cobró fuerza por el hallazgo de un fósil íntegro de un dinosaurio emplumado.
Un hecho sorprendente ocurrido el año pasado fue el descubrimiento del organismo vivo más antiguo de la Tierra, una bacteria de aproximadamente 250 millones de años, escondida entre los restos de unos bloques de sal en una cueva al sureste de Nuevo México, situada 600 metros bajo el suelo. Además, los restos de materia orgánica analizados en muestras de suelo sudafricano indican que la vida existió en nuestro planeta hace 2,600 millones de años. A raíz de estos hallazgos, el misterio del origen de la vida vuelve a ser tema de intenso debate entre hombres de ciencia. Nuevos datos aportados por científicos estadounidenses parecen confirmar que la extinción del 90% de la vida terrestre ocurrida hace 250 millones de años fue ocasionada por la colisión con un asteroide o un cometa.
Indudablemente, el año 2001 representó un periodo espectacular desde el punto de vista científico y los avances generados seguramente acelerarán y profundizarán los conocimientos sobre numerosos misterios importantes. De no acabarnos los unos a los otros con actos bélicos y atentados terroristas perpetrados por odios estériles y pueriles, este siglo podría ser clave para entender nuestra propia existencia, prevenir y tratar enfermedades crónicas miserables, dar a nuestra especie mayor longevidad y explorar el cosmos para la búsqueda de vestigios de vida extraterrestre.
