SEMEJANZAS

Aduladores

“Crea una aureola cuando habla. Tiene la determinación y claridad de los iluminados. Su persona irradia una gran atracción, hace frases rotundas, bien balanceadas de aplastante lucidez. Su reloj está siempre adelantado 15 minutos; tanto en su muñeca como en la historia. Sufre la tragedia del profeta, presagia la evolución y el rumbo de los acontecimientos. Es una especie de vigía que observa desde lo alto de su inteligencia el cambio mundial, y lo comprende e interpreta con la profundidad y cultura enciclopédica solo posible en unos cuantos cerebros escogidos por la biología y las circunstancias”.

Si bien el autor en el prólogo de su obra no generaliza, sino que se refiere a un individuo en particular (todavía vivo y vigente), bien puede tomarse como la radiografía que hacen los aduladores de cada gobernante de turno.

Nuestra América, la de los criollos, mestizos, mulatos, zambos y todas las demás etnias que por estos Lares han cruzado, es rica en aduladores. Sin ellos nuestra historia seguramente seria otra; muy distinta por cierto.

José López de la Huerta, nos indica que el adulador es la persona “adulona, servil, pelotillera y cobista”. El adulador puede serlo una sola vez, mientras que el adulón y el pelotillero lo son por costumbre. El lisonjero es más fino que el adulador. Este lo alaba todo, y sacrifica sin arte ni rebozo su propia opinión, la verdad, la justicia y cualquiera otro respeto.

Todos lo conocemos. Es el personaje que nunca pone una mala cara, pero, a solas con el gobernante, lanza sus sibilinos puñales contra algún inocente. Siempre que puede, se adjudica méritos ajenos y se deshace en halagos hacia los superiores.

Leo del periodista nicaragüense Alfonso Dávila Barboza una anécdota del emperador Napoleón Bonaparte. Bonaparte tuvo noticias que la población francesa, cuando se refería a él lo mencionaba con desprecio. Una mañana llamó con urgencia a sus tres inmediatos consejeros y los interrogó sobre las noticias recibidas y estos a una sola voz dijeron: “Nada de eso. Más bien le señalan a usted, como bondadoso y paternalista”. Llamó luego a su ama de llaves y a la jefa de cocina, haciéndoles la misma pregunta. Estas nerviosas, dijeron una a una: “Emperador, es cierto, de usted hablan barbaridades y se nota en los corrillos que lo desprecian”. Corroborado lo anterior Napoleón manifestó a sus consejeros: “Se retiran de aquí ya; voy a pensar si los mando a fusilar”.

¿Cómo distinguir entre un adulador y un amigo? Es esta la dicotomía de todo ser humano, en especial del poderoso de turno.

Michel Foucault recomienda detectar la parresia, palabra griega que significa franqueza. El parrésico, a diferencia del adulador, habla la verdad, merece credibilidad por su ética y valentía, pues no se trata solo de manifestar lo que piensa sino de hacerlo con peligro de la vida, o sea confrontando al poder, sabiendo que el poderoso puede castigarlo por semejante atrevimiento.

Generalmente preferimos engañarnos convencidos de que los subalternos piensan respecto a nosotros lo que quisiéramos que pensasen.


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