Alegato por el libre comercio

Eduardo Espino Lópezeduardo25@cwp.net.paUno de los grandes retos contemporáneos para la humanidad es el establecimiento de un orden mundial en el que predomine y se exalte la dignidad del ser humano, por medio de la eficaz implementación de un régimen de instituciones que promuevan las libertades y derechos ciudadanos; así como una estructura económica que otorgue oportunidades para producir riqueza.

Sin riqueza no hay creación de una plataforma mínima de bienestar material de la sociedad. La riqueza no es espontánea, sino que tiene que ser creada con trabajo físico y, cada vez más en nuestra época, con conocimiento e información y es allí donde está el reto futuro de nuestro país: desarrollarnos con el esfuerzo mancomunado de individuos capacitados que ejercen responsablemente sus libertades cívicas, políticas y comerciales.

El comercio entendido como intercambio es el pilar en que se funda el constante cambio social por medio de la libre circulación de ideas, bienes, habilidades, técnicas, y redes de apoyo de intereses comunes. Las grandes civilizaciones tuvieron como acicate para su grandeza material y espiritual el libre intercambio comercial: el islam en el Mediterráneo hace más de mil años dejó un enorme e importante legado a los continentes asiático y europeo.

En el presente tenemos a Singapur, que con una población casi similar a la nuestra tiene un PIB per cápita (ingreso por habitante) 10 veces mayor que el de Panamá y exporta bienes casi 12 veces más que nuestro país. Chile luce como una “isla” de economía abierta y orientada a la exportación dentro del turbulento y cada vez más estancado subcontinente latinoamericano. El auge de China de los últimos 15 años se debe a reformas de mercado abierto, y no por proteccionismo.

México desde la firma del NAFTA, ha tenido una inversión directa de capital proveniente de EU de 15 billones en 2001 a partir del 1.3 billón de 1992, lo cual connota más oportunidades de empleo; así mismo, México triplicó sus inversiones en EU durante el NAFTA, logrando desplazar empresas estadounidenses de ciertos nichos de mercado. El Salvador aumentó sus exportaciones de mil 447 millones en 1998 a 2 mil 121 millones, en gran parte por la firma de tratados de libre comercio con diversos países, incluyendo EU. Allí casi nadie salió a decir que venía una hambruna ni el Apocalipsis.

Vemos que los grupos que adversan los TLC se dividen en dos: 1) El mayor y más influyente formado por los que se han beneficiado de favores –desde hace mucho tiempo, de los gobiernos– al mantener mercados cautivos. Los subsidios que se dan en EU son una ínfima parte de su presupuesto y del total de las mercancías que exporta, y no tienen la misma naturaleza paternalista; por tanto no tienen el mismo efecto que los otorgados en países subdesarrollados. Ahí está el caso del programa de riego, en el cual se benefician cada vez menos agroexportadores a pesar de que el gobierno aumentó la asignación. 2) Una minoría sectaria pero estridente, que quiere apropiarse de banderas políticas de lucha por ambiciones personales de protagonismo electoral, quienes se basan en conceptos y prácticas que nos han llevado al fracaso y estancamiento, como el nacionalismo económico o la “soberanía alimentaria”.

Lo que pasa es que nos quedamos atrás, eludimos retos desde hace muchísimo tiempo y ahora corremos a improvisar o a “resistir” lo que nos puede causar más daño que beneficio.

Panamá debe prepararse para negociar los TLC y tener una visión de sentido. Un TLC solo es un instrumento del desarrollo y no una solución per se. Excluirse no es una buena estrategia.

Del millón de panameños que se dice dependen de la agricultura en el interior del país, más de la mitad viven paupérrimamente gracias a una explotación legalizada de los grandes grupos que controlan la economía rural (los “conectados” con los gobiernos). Los TLC para este grupo de interés significan pérdida de cuotas de poder porque traen desconcentración de la propiedad. Los tratados de libre comercio casi nada cambiarán la situación de este sector marginado, más bien podrían mejorarla al estos pobres poder trabajar en centros de distribución comercial. Decir que el TLC con EU de por sí es sinónimo de colonialismo, basado en que se negocia en idioma inglés, solo puede ser concebido como argumento de peso por un ignorante o por un sectario incorregible.

Los TLC tienen más de oportunidad que de pérdida, dependiendo de qué nos propongamos como metas dentro de una estrategia integral de desarrollo, de la que carecen los aspirantes a héroes de la patria porque así mantienen el dominio económico y político. El manido cuento de la colonización se seguirá debilitando cada vez más.

El autor es psiquiatra y licenciado en derecho, miembro de la Fundación Libertad (www.fundacionlibertad.org.pa)


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