Se nos eriza la piel al evocar a Miró cuando canta: “la patria son aquellos senderos retorcidos que el pie, desde la infancia, sin tregua recorrió…” Y es que el sentimiento de patria, como el maternal, es sublime y melancólico, alimentado por bellos recuerdos de aquellos tiempos pasados en que recorríamos su hermosa campiña tamizada de verde foresta; donde el canto de las aves se mezclaba con el murmullo de los manantiales y el susurro de la brisa veraniega.
El amor por la patria es un sentimiento que traemos arraigado desde nuestra infancia. Un sentimiento de agradecimiento por haber nacido en una tierra libre y soberana, legado de nuestros próceres y antepasados. El amor patrio es el amor a la tierra que nos brinda sus recursos y en la cual germina nuestro pan de cada día. Es la tierra que trillaron nuestros padres y abuelos, que les permitió regarla y cultivarla para levantar familias de hombres y mujeres de bien.
Es la tierra que abrió sus entrañas para la paz y beneficio del mundo. Es la tierra donde hemos visto nacer y crecer a nuestros hijos y donde esperamos ver crecer a nuestros nietos. Es la tierra donde fincamos todas nuestras esperanzas en un futuro esplendoroso de paz y prosperidad.
El amor a la patria es el amor a nuestros semejantes, a nuestros mares infinitos, a nuestro cielo azul, a nuestros valles y montañas por donde discurren torrentes de agua cristalina que riegan nuestros campos cultivados y alimenta nuestra pacífica convivencia.
Amemos a la patria respetando sus símbolos, respetando las leyes, respetando a nuestros padres y maestros, a nuestros gobernantes, cumpliendo nuestros deberes y haciendo valer nuestros derechos. Que nuestras acciones sean para servir a la patria, no servirnos de sus bondades y recursos. Luchemos por hacerla cada día más grande y conducirla hacia la cumbre de las naciones civilizadas.
Inculquemos en nuestra juventud el amor por la patria. Padres y madres, maestros y profesores, gobernantes y miembros del clero y la sociedad civil, desde la intimidad de nuestros hogares, los salones de clases, las iglesias y desde todas las tribunas públicas debemos diseminar, predicar con el ejemplo y fomentar acciones para que los jóvenes aprendan a amar a la patria a través de sus símbolos.
Para que cuando vean nuestra bandera sientan que este emblema tricolor representa la tierra que los vio nacer, la cual guarda en sus entrañas la sangre y sudor de generaciones que han permitido que hoy vivamos en paz, disfrutando de un país libre, soberano, en pleno desarrollo y con un futuro lleno de esperanzas y oportunidades.