JORGE DE LAS CASAS JDELASCASAS@PRENSA.COM El Padre Antonio Xejeira vino de España/
buscando nuevas promesas en esta tierra/
Llegó a la selva sin la esperanza de ser obispo/
y entre el calor y entre los mosquitos habló de Cristo.
Sí. El padre Antonio y su monaguillo Andrés, el célebre tema que popularizara en los años 80 Rubén Blades, tuvo su antecedente, para la mente del poeta cantor, en la vida y muerte del arzobispo de San Salvador Arnulfo Romero, ungido en sangre y cristificado el 24 de marzo de 1980 por los enemigos de la paz y libertad del pueblo salvadoreño y de todos los hombres pobres.
Hubo otros tiempos, sin embargo, cuando Amerindia apenas empezaba a mezclar su carne de pinol y su sangre de cacao con la sangre española, en que la historia no era más que un anticipo de la misma que hoy se vive: hubo hombres buenos y malvados, otros padres Antonios y otros matadores como los de la canción. Tal es el caso que hoy ilustramos: el del padre Antonio de Valdivieso, primer obispo mártir de Latinoamérica.

