Los historiadores serios nunca nos conformamos con una sola fuente. Y tratándose de un evento de tan extraordinaria importancia como fue el ataque de Morgan a Panamá , debe esperarse que sean muchas las fuentes contemporáneas que se refieran al hecho.
Difícilmente la única fuente es la que ofrecen los piratas. Sin embargo, la señora Maura Brescia De Val, que se identifica como "periodista y escritora, Miembro Sociedad Chilena de Historia y Geografía", y que presentó su libro Piratas y Corsarios del Mar del Sur en la pasada Feria del Libro, hace descansar su argumento de la fecha sobre la base exclusivamente de John Esquemeling, el conocido pirata que dejó el mejor relato escrito sobre la toma de Panamá desde la perspectiva pirática.
Algunos historiadores, como Ernesto Castillero Reyes y la propia señora Brescia de Val, parecen inclinarse a resaltar el aspecto "romántico" de este episodio (el del supuesto enamoramiento de Morgan por una dama española que se resistió a sus requiebros). Pero como explicó detalladamente en uno de los capítulos de la Historia General de Panamá que se publicó el año pasado, el ataque provocó una gran conmoción en el imperio español: La reina gobernante y más de uno de sus ministros lloraron por la trágica pérdida, y se movilizaron enormes recursos económicos, militares y hasta diplomáticos para enfrentar la crisis. Destacar lo del amorío revela ciertamente poca seriedad, y reduce el drama de la caída de Panamá la Vieja a un frívolo evento sin trascendencia. Nadie en la época lo vio así, y como era un acontecimiento tan grave, se acumularon pilas de documentos relatando las distintas fases del episodio, qué tipos de armas se emplearon, cuántos hombres se enfrentaron en combate, quiénes se acobardaron o se comportaron con valentía, toda la logística y la movilización de recursos que se pusieron en juego, desde España al Perú, y finalmente, cuando ya había pasado la crisis, se siguieron apilando evidencias escritas sobre los padecimientos que tuvieron los vecinos, como fueron las epidemias y hambrunas que diezmaron la población a tal vez más de la mitad. Al gobernador que sufrió la derrota, Juan Pérez de Guzmán, se le siguió luego Juicio de Residencia, donde se acumularon más documentos. Hay pues mucha información escrita, la gran mayoría conservada en el Archivo de Indias de Sevilla, aunque también en el Archivo de Simancas, en el Nacional de Lima y en otras partes, donde el historiador serio debe abrevar. Esquemeling no es, ni podía ser, por supuesto, la única fuente a la que se puede acudir.
El aspecto que desea resaltar la señora Brescia de Val por considerarlo "un golpe periodístico y tremendamente vendedor", digno de destacarse el día que se celebra la fundación de Panamá es que, como ella afirma, "Panamá la Vieja fue destruida el 22 de agosto de 1670. Morgan partió el 12 de agosto desde Chagres y 10 días después llegó a Panamá la Vieja". Con ello pretende corregir a Ernesto Castillero Reyes (el único autor panameño que por lo visto consultó), por haber escrito que el ataque de Morgan a Panamá la Vieja se produjo el 28 de enero de 1671, y no el 22 de agosto de 1670. Pero si hubiera escrutado con más ahínco la bibliografía se habría informado que el libro canónico y hasta ahora el más consultado sobre el tema es en realidad Panamá la Vieja, de Juan B. Sosa, publicado en 1919 y que incorpora algunos documentos españoles de archivo. También ella se lamenta que los historiadores en Panamá no nos ocupamos de otra cosa que de la historia del Canal. Como es obvio desconoce lo mucho y valioso que ha aportado nuestra historiografía en la última generación que no se refiere para nada a ese tema.
El punto es que si bien Esquemeling anota en la obra Piratas de América (el título varía según las ediciones) que Morgan salió con mil 200 hombres desde Chagres para Panamá "el 18 de agosto del año 1670" (y lo cita correctamente la mencionada escritora chilena), el mismo Esquemeling dice más adelante que "el 24 de febrero del año de 1671 el capitán Morgan abandonó la ciudad de Panamá". Pero aquí debió ella observar la primera inconsistencia de Esquemeling, pues por muchas fuentes se sabe que Morgan solo estuvo un mes en Panamá la Vieja, y si la abandonó en febrero de 1671, debió atacarla en enero de ese mismo año. Por otra parte, si las fechas que da Esquemeling fueran ciertas, Morgan habría tardado en atravesar el istmo ¡más de seis meses!
Si se considera que la ciudad había quedado casi enteramente destruida por el fuego, que pronto se desataron varias devastadoras epidemias, que las vituallas que traían los piratas ya se habían agotado cuando se asomaron al Pacífico desde el Cerro del Avance, que Panamá tenía una crónica escasez de alimentos, y que dadas las circunstancias era más que improbable que estos le llegaran de las colonias españolas del Pacífico, no es difícil colegir que para los piratas habría sido una verdadera temeridad permanecer en la ciudad mucho tiempo. Y por supuesto, no un año; ni aún medio año. Basta conocer el contexto político y militar de la época para comprender que España no se quedaría cruzada de brazos durante tanto tiempo. ¿No era Panamá sede de las ferias de Portobelo, el evento comercial más importante de Occidente, donde se acumulaban valores por entre 20 y 40 millones en barras y monedas de plata y mercancías es decir, de 5 a 10 veces todo el capital de que disponía un país como Escocia en esa misma época? ¿No era el pasaje transístmico un punto de vitalísimo valor estratégico para la seguridad del imperio español en América? ¿Cómo dejarlo en manos de los piratas abandonado a su propia suerte? Habría sido impensable. Por ello se invirtieron tantos recursos en recuperar Panamá y se gastaron tantos miles de pesos en la mudanza de la ciudad a las faldas del Ancón. De hecho, todos los documentos que he manejado sobre el tema evidencian que durante el año 1671, tan pronto se recibieron noticias de la invasión, se estuvieron movilizando tropas desde Perú para rescatar Panamá, mientras que en España se armaba una poderosa flota y se tomaban otras medidas de urgencia.
Por otra parte ¿no cabe la posibilidad de que Esquemeling, o su amanuense, o el tipógrafo, se hallan equivocado al afirmar que el ataque fue en 1670 y no en 1671? Eso ocurre a menudo. Después de todo, el propio Esquemeling parece corregirse más adelante, como ya dije, y la fecha de 1671 la refuerzan decenas y decenas de otros documentos de origen español. Quedémonos pues con la fecha ya consagrada por la historiografía panameña: el año del ataque de Morgan a Panamá fue el 1671 no el 1670.
Los estudiosos del pasado debieran tener siempre presente que las fechas por sí mismas no nos dicen nada si no las inscribimos en el contexto adecuado. Sólo adquieren valor referencial cuando se las considera dentro de un proceso contextualizado y como parte de una trama donde cada momento o cada referencia cronológica adquiere significado. No hacerlo así, es arrojarlas al vacío, despojándolas de sentido. Una fecha, adecuadamente situada, puede contribuir acomprender mejor un evento, o un proceso histórico. Su sola referencia puede situarnos apropiadamente en una época o en un momento histórico dado. Pero es el contexto en el que se inserta el que le confiere significado, no lo contrario, porque la historia no es una sucesión de fechas, y aquella sólo adquiere interés y se hace trascendente cuando se la explica y comprende como parte de procesos complejos y entrelazados. Se ha dicho que uno de los peores pecados del historiador es el anacronismo. Pero anacronismo es también sustraer las fechas de su contexto privándolas así de significado.