EL PAÍS DE LOS TRANQUES

Los baches de la Autoridad de Tránsito: Carlos Eduardo Galán Ponce

Actualmente la Autoridad de Tránsito y Transporte Terrestre (ATTT) pareciera dedicar su tiempo más a ser el contendor de los transportistas de pasajeros que a elaborar y poner en función un sistema práctico y eficiente que norme todo lo referente a las características, tenencia y operación de los vehículos del país.

Las regulaciones que afectan a todos los propietarios de vehículos son un desorden. Producto de una mezcla de cantinfladas y negociados. Comienza, en 1994, con una ocurrencia a la que llamaron “placa única”. Dizque para que no robaran más carros. ¡Qué risa! Nada solucionó y le complicaron la vida a todo mundo. Todo propietario de auto se vio obligado a tener que seguir renovando su placa y pagando sus impuestos de circulación en el municipio donde fue inscrito originalmente. Y por supuesto, a pagar extra por ese servicio. Mermó los impuestos que correspondían a los municipios del interior. Los autos comerciales quedaron portando dos placas. Desde un pequeño remolque deportivo hasta un enorme camión articulado se le asignaron placas iguales. Y por último, eliminaron los prefijos que identificaban a cada provincia. Desde hace muy poco es que se ha permitido, mediante un papeleo, reinscribir tu vehículo en tu sitio de residencia.

Este desorden nace a la par de un registro único vehicular que si bien era necesario, la información que sirvió de base para la inscripción original de cada auto provino de los revisados. Venía manuscrita, redactada en muchos casos por personal con una caligrafía espantosa y sin la menor noción de automovilismo. Mucha información salió incorrecta y continúa así. Y de “ñapa” ya se planea la nueva trampa. El nuevo registro vehicular, con una foto del automóvil. Imagino que para que los inspectores de tránsito puedan distinguir entre un camión y una moto. Tamaña tontería, pero prepárate para su tarifa.

Una cosa es el registro vehicular y otra las placas de circulación. En México, por ejemplo, el registro vehicular federal se indica con una calcomanía especial adherida a ambos parabrisas, en un sitio predeterminado. La placa la adquieres en tu lugar de residencia. Elemental. En el estado de Virginia, Estados Unidos, el certificado de registro vehicular es un documento de tamaño regular, con la descripción completa del automóvil y los datos del propietario. Lleva un espacio donde anotar el traspaso del vehículo cuando tiene lugar y en su extremo inferior encuentras dos copias del certificado, a escala y desprendibles, tamaño cartera, para portarse o tener en el automóvil. Sencillo y económico. Y en ese país, si te mudas de estado tienes un tiempo límite para obtener las placas en tu nuevo condado de residencia.

Todo a la inversa de nuestro absurdo sistema.

La obtención de la licencia para manejar es otra picardía de precio triple. Negociado de una empresa extranjera junto con un grupo económico local. Y para ayudarlos le han asignado la exclusividad de determinar quién oye y quién ve. Por un precio, claro. Y sin descuento de jubilado. Y para ayudarlos más, le han “prestado” la base de datos del Tribunal Electoral con toda la información ciudadana del país. Por eso las nuevas licencias, en reemplazo de las que no estaban vencidas hubo que retirarlas en el lugar donde votaste la última vez. No sé cómo va a continuar. ¿Y sabes qué tienen que ver las elecciones con saber manejar? Nada.

El revisado anual, que realizaba en Departamento de Tránsito de la Guardia Nacional hace equis años por 50 centavos, hoy cuesta en talleres particulares 15.75 dólares. Y la cantidad de chatarra que circula por nuestras calles es cada vez mayor.

Estamos en el país de los tranques y los retenes, que es lo mismo. Cada retén es un tranque. Trancan las calles para pedir licencias y para “pescar” a uno importunan a todos los que la portan. O para quitar “troneras” o equipos de sonido prohibidos, que mañana están reinstalados. O para encontrar vidrios ahumados o “buscar” placas vencidas que circulan a la vista de todos. A un vehículo de un familiar que vive en Dallas, Texas, se le renovaron sus placas a tiempo, pero olvidaron adherir el revisado al parabrisas. Bueno, solo tomó siete días para que una patrulla se percatara de ello y lo detuviera. En la ciudad de Panamá circulan 90 mil carros con la placa vencida y nadie parece enterarse. Mientras en otros países se aplican sistemas respetuosos del ánimo y el tiempo de los contribuyentes, en el nuestro se vive de los retenes y de “apañarte” en las ventanillas de cobro.

Si bien los retenes son necesarios cuando tienen lugar actos de extrema peligrosidad, creo que se lograría un mejor ordenamiento vehicular si se instruyera a los policías de tránsito a mantener una supervisión permanente durante su diario circular por calles y carreteras, observando las deficiencias que pueda presentar cualquier vehículo e inquiriendo, por ello, a su conductor.

Esa forma de inspección rendiría mejores frutos en la corrección de todas esas anomalías que saltan a la vista en muchos autos que hoy circulan libremente, para riesgo de todos.


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