Desde mediados de los 80, Carlos Barés inició su carrera de cuidarle las espaldas a destacados políticos arnulfistas, entre ellos Arnulfo Arias Madrid y Guillermo Endara Galimany. En la pasada contienda electoral prestó sus servicios a la entonces candidata presidencial.
En los dos años y medio que lleva en el cargo de director de la Policía Nacional, ha acuñado una frase: estamos trabajando en eso, que retrata un poco en qué ha consistido su gestión frente a esa entidad de seguridad pública.
Sobre la posible incursión de irregulares en el área fronteriza, su respuesta ha sido: estamos trabajando en eso...; sobre los niveles de violencia registrados en las calles de la ciudad: estamos trabajando en eso...; sobre la posible colaboración de policías con grupos guerrilleros: estamos trabajando en eso....
Desde hace 15 días, su nombre ha ocupado titulares no solo en Panamá, sino también en Nicaragua y en Colombia. El último escándalo tuvo su génesis pública cuando el diario El Tiempo de Bogotá informó que el barco panameño 'Otterloo' desembarcó en el puerto de Turbo, el 10 de noviembre de 2001, 23 contenedores en los cuales venían 3 mil fusiles AK-47 y 5 millones de balas calibre 7.62 milímetros. Pero no quedó allí la cosa.
El armamento en mención fue vendido por la Policía de Nicaragua a la empresa guatemalteca GIRSA, cuyos representantes aseguran que el material bélico iba para la Policía panameña, y quedó posteriormente en manos de grupos irregulares colombianos.
Mientras ello ocurría, las autoridades panameñas apostaron al silencio que, con la evolución de los hechos, se convirtió en su peor aliado. Sus intentos por explicar lo acontecido lo arrastró hasta el ojo del huracán.
Una carta de Winston Spadafora escrita cuando era ministro de Gobierno y Justicia, hecha pública por este diario, le complicó mayormente el panorama. En ella advertía a los directores de la Fuerza Pública, entre ellos a Carlos Barés, sobre la compra de armamentos, y exigía, asimismo, la entrega de un inventario exhaustivo y detallado de las armas de guerra que tenían en su poder. Y no solo eso. Barés fue el único que incumplió las órdenes emanadas por su superior jerárquico que, a la sazón, enero de 2001, era Spadafora. ¿En cuántos casos la respuesta fue la misma? Solo ellos lo saben, pero la comunidad exige respuestas a este escándalo sin titubeos ni tapaderas.