Con toda esta discusión que han generado alrededor de los programas y leyes de Salud Sexual y Reproductiva (SSR) recordé una historia que escuché de un amigo que vive en Costa Rica y cuyos hijos e hijas (alumnos de una escuela privada) participaron de este interesante programa (en este caso particular hijos e hijas no busca ser una expresión "políticamente correcta", al margen de que me niego a la imbecilidad esa de la arroba en el medio de un sustantivo).
Siempre he considerado a Costa Rica un país de ideas conservadoras. Según entiendo, grupos como el Opus Dei, clava sus garras en cuanto puede para manipular la opinión pública y las políticas estatales. Por eso mismo, me pareció interesante este programa escolar en el vecino país.
El programa "Bebé, piénsalo bien" está incluido en el currículo escolar de primer ciclo de secundaria y tiene como objetivo hacer entender a los adolescentes las consecuencias que tienen los embarazos tempranos producto de relaciones sexuales sin tomar precauciones. Como parte del programa, a los alumnos (tanto varones como mujeres) se les coloca durante las horas escolares un chaleco que simula un embarazo a término. Según me explicaron pesa unas 35 libras, aumenta el volumen del abdomen y hasta genera compresión diafragmática y suprapúbica produciendo dificultad para respirar y obligando a la persona a orinar más frecuentemente de lo habitual.
Después de esa primera parte (que dura varios días), durante un fin de semana, se les entrega a los muchachos un "bebé computarizado" que se llevan a casa, y que registra en una memoria electrónica interna, todo lo que le ocurre y las respuestas que genera en la mamá o el papá de turno. Así, cuando el bebé llora tienen que revisarle los pañales, darle de comer, sacarle los gases, arrullarlo, jugar o simplemente tenerlo en brazos hasta que se "duerma". Cada vez que se requiere una acción, se requiere una validación para asegurarse que, quien la realiza, es el adolescente que se está evaluando. Al volver a clase el lunes (supongo que con unas ojeras impresionantes por los desvelos que ocasionó la paternidad de fin de semana) la memoria electrónica se conecta a una computadora que dirá qué se hizo bien y qué se hizo mal. Si no se saca un puntaje mínimo, tendrán que llevarse al bebé nuevamente hasta que aprueben.
No faltará quien diga que "esta aberración los aleja de la belleza que significa la paternidad como manifestación de Dios" y toda la parafernalia correspondiente. Para mí, es una manera muy convincente de que los muchachos comprendan las consecuencias que pueden acarrear las relaciones sexuales cuando no se está preparado para cumplir las responsabilidades que conlleva tener hijos.
No sé si en Panamá hay algún programa parecido, pero sería interesante que se implementara. Desgraciadamente, estos equipos son costosos y no pueden estar al alcance de toda la población. Al final, terminan siendo adquiridos solamente por las escuelas privadas donde asisten los hijos de familias de clase media y clase alta. Paradójicamente, esos son los muchachos que tienen más orientación en sus casas y que cuentan con programas escolares comprensivos de educación sexual (como el programa "niños seguros") donde se les da información sobre su cuerpo, el respeto que deben tener por el mismo, los signos de alarma de abuso sexual, cómo hablar de sexualidad con sus padres y cómo prevenir enfermedades e infecciones que muchas veces ocurren por simple falta de información.
Los hijos de adolescentes solteras, que tienen que asistir a escuelas públicas y que fueron posiblemente producto de una violación por un padrastro, no recibirán estas facilidades porque su entorno familiar y socio-económico ni tuvo, ni tiene, ni tendrá a corto plazo la formación y recursos necesarios para educarlos en esos importantes temas. Mientras esas condiciones no se den, el Estado tiene el deber absoluto de educar a los muchachos sobre cómo prevenir embarazos no deseados y evitar enfermedades. Tenemos que entender que andar enseñando la abstinencia como la "única" forma de control de la natalidad y prevención de infecciones es iluso, peligroso, irresponsable y es un error como estrategia nacional (hay que leer los reportes de Filipinas y Uganda).
Lo increíble para mí de todo esto son los argumentos que se esgrimen para atacar los programas. He escuchado cosas como: ¿cómo le van a decir a los niños que las caricias mutuas o la masturbación son prácticas seguras?: pues resulta que si lo son comparadas con otras formas de interacción sexual. O ¿cómo les van a hablar de que existe el sexo con animales, los juguetes sexuales o el sexo anal?: pues ellos ya saben que sí existen y aparentemente son una práctica común en nuestro interior para no perder la virginidad.
O "están atentando contra la responsabilidad de la familia para enseñar estos temas": resulta que para algunas niñas su "profesor de sexualidad" es un tío que las amenaza físicamente para seguir "dándoles clase". O "pretenden decir que los homosexuales son normales": como médico puedo certificar que los homosexuales que he conocido son gente normal, tienen piernas, brazos, sentidos, genitales, cerebro y 46 cromosomas que, automáticamente los confirman como humanos. Andar con mojigaterías tratando de ignorar "lo que no me gusta" es una forma no solo absurda, sino inmadura de manejar los problemas.
Y ahora hago yo algunas preguntas. ¿Por qué estas señoras que atacan los programas y leyes de SSR (cuyas nefronas filtran agua bendita) son en su grandísima mayoría personas con recursos para garantizar la orientación de sus propios hijos? ¿No comprenden que a quienes están sentenciando a sufrir las consecuencias de la falta de información es a los niños y niñas que no cuentan con estas facilidades? Yo quisiera que me expliquen cómo se justifica "ganarse el cielo" con el sacrificio ajeno y no con el propio. Y a sacrificio no me refiero a ir a un orfanato u hospital a repartir comida y canastillas a niños flaquitos. Me refiero a tener que criar hijos sin la debida madurez porque nadie les explicó cómo cuidarse de los "pecados" que acechan a los adolescentes en el siglo XXI.
Es muy importante que las autoridades educativas (comenzando por el ministro), no se dejen intimidar por quienes, de manera egoísta tratan de manipular a la sociedad para imponer una agenda moralista ajena a la realidad humana, desde la seguridad de que serán otros los que sufran las consecuencias.