INTERPRIMARIAS O MULTIPARTIDARIAS.

Bellaquería antidemocrática

Desde que la república nació y, hasta el golpe militar de 1968, en Panamá tuvimos una "democracia a la medida", diseñada para que los grupos predominantes por su poder económico, retuvieran el poder político en el que se turnaban, utilizando a "sus partidos políticos" como plataforma para encumbrarse. Cada cuatrienio se "negociaban las alianzas" y los consiguientes repartos. El Gobierno era un botín cuyos beneficios se repartían "los ganadores" de cada elección, materializados en ministerios, embajadas, consulados y contratos.

Después de la caída de la dictadura, en diciembre de 1989, se restableció la "democracia nominal"; la real sigue siendo una ilusión. En el nuevo "ciclo democrático", que comenzó con el gobierno de Guillermo Endara, se han logrado algunos avances: las elecciones no se deciden por"paquetazos" ni "actazos" (los últimos fueron los de 1983, cuando los militares "hicieron presidente" al señor conocido como "fraudito"); también hay visos de que los candidatos presidenciales se escogen en convenciones o congresos más transparentes; y algunos partidos lo hacen mediante elecciones primarias internas.

Pero a la par de esos modestos logros, el Tribunal Electoral, en contubernio con los partidos, ha impuesto distorsiones y perversiones antidemocráticas, como el monopolio por éstos de las candidaturas presidenciales (y de las candidaturas para diputados hasta hace muy poco), los inmorales subsidios electorales, la elección de diputados por residuos que "fabrican mayorías parlamentarias" y burlan la voluntad de los electores; y normas aberrantes e inconstitucionales, específicamente diseñadas para bloquear las candidaturas independientes.

Y, ahora, estamos a las puertas de que se introduzca otra patraña: "las elecciones interprimarias o multipartidarias", que promueven algunos dirigentes de "la llamada oposición", que terminarían por convertir a nuestra incipiente y maltrecha democracia en una grotesca caricatura. Por esa vía se busca imponer, con la justificación de que es "la única manera de derrotar al PRD" una sola candidatura que deberán apoyar los cinco partidos que no son parte del Gobierno: Panameñista, Vanguardia Moral, Cambio Democrático, Molirena y Unión Patriótica. Mediante ese sistema, se alega, "democráticamente" se escogería al candidato "antiperredé" y se garantizaría, también se afirma, "el triunfo de la oposición".

La "brillante idea", de las interprimarias o multipartidarias, si algo demuestra, y de manera patente, es que una buena parte de las dirigencias de "la llamada oposición", sigue anclada en el pasado y añora revivir las viejas prácticas de las componendas, para repartirse los beneficios del poder. Y, debido a que dos de los eventuales candidatos: Guillermo Endara y Ricardo Martinelli, no están dispuestos "a bajarse", "sus colegas de la oposición", por el subterfugio de las interprimarias o multipartidarias, quieren hacerles "el corralito".

La fórmula para que en las elecciones del 2009 triunfe la voluntad soberana de los electores no es mediante el artificio antidemocrático que, nuevamente con el contubernio del Tribunal Electoral, promueven dirigentes trasnochados, huérfanos de apoyo popular, para forzar a los electores, 52% de los cuales no estamos inscritos en los partidos, a respaldarlos. La vía, verdaderamente democrática, que esos mismos dirigentes rehúyen, porque saben que serían desechados, es mediante la adopción del "sistema de doble vuelta". En la primera, cada partido, que así lo decida, postularía su candidato; y si ninguno logra la mayoría absoluta, los dos más votados se enfrentan en una segunda elección. De esa manera, en la primera vuelta, son los votantes los que deciden a quienes dejan y a quienes eliminan. Y, en la segunda vuelta, también son los votantes los que deciden a quién elevan al solio presidencial. Ese sistema opera y funciona, actualmente, en casi todos los países latinoamericanos.

Algunos sostienen que el sistema de doble vuelta se presta para que los candidatos eliminados en la primera, "endosen sus votos" y decidan el vencedor de la segunda vuelta. ¡Eso es absolutamente falso! Los electores, en la segunda vuelta, votan por quien ellos deciden. Pero, además, puede establecerse, de manera específica, que los perdedores deben inhibirse de inducir el voto en la segunda vuelta.

Si nuestra clase política tuviera las agallas y de verdad creyera en la democracia sin componendas; ese es el camino que debe apoyar. ¡Fuera la demagogia y fuera los subterfugios! ¡Demuestren que respetan al pueblo y apoyen el establecimiento de la doble vuelta!


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