A diario, precisamente por la coyuntura actual, vemos en los medios de comunicación televisivos, radiales y escritos a muchos políticos e ideólogos hablar de que el sistema económico de libre mercado sí funciona, inclusive se atreven a decir que el mercado laboral es ejemplo de ese buen funcionamiento de la economía. Un candidato a la Presidencia de la República, en un medio televisivo utilizó el ejemplo con la profesión farmacéutica. Sustentó que el salario de un profesional de esa rama era uno de los más altos, precisamente, por las bondades del mercado. Pero no explicó el mecanismo que hace que en una economía de libre mercado baje o suba un rublo.
¡Claro que sí!, un profesional de la farmacéutica gana más que el común de la gente (según él, entre 600 dólares y 800 dólares mensuales), pero eso no es casual, porque se requiere de un conocimiento para el ejercicio de esa profesión que, además, exige una responsabilidad en el expendio de los medicamentos. Si hubiera en el mercado panameño mayor oferta de mano de obra en esa profesión, téngalo por seguro que la mano de obra se abarataría por efecto de la oferta y la demanda. Lo mismo puede ocurrir con los call center, en donde si la oferta de mano de obra supera la demanda, se abaratará por la ley de oferta y la demanda. Y aumentarían supuestamente los empleos, porque con el sueldo de uno, se contratará a dos.
Eso es lo que ocurre en Panamá, la oferta de mano de obra no calificada y calificada supera a la demanda, y es cuando la clase pudiente se aprovecha para pagar menos por ella. La idea del neoliberalismo es mantener la penumbra académica o soplar la oferta, para que los costos de operación de las transnacionales se abaraten, ya que la mano de obra para los capitalistas es el costo que mayor erogación causa al capital.
Así sobreexplotan al trabajador y después le quitan los salarios a través de los altos costos de los servicios, alimentos y otras necesidades.
En Panamá la economía de mercado funciona bien. Cada día se enriquecen más unos cuantos y se empobrecen las grandes mayorías que tienen que soportar las especulaciones del mercado, la falsa competencia acompañada de corrupción y los monopolios disfrazados de las transnacionales de la electricidad, del teléfono y de los hidrocarburos.
