DIRIGENCIA DEL PRD

Benicio Robinson, sin visión ni liderazgo

La historia nos enseña que nada aprendemos de ella. La dirigencia del Partido Revolucionario Democrático (PRD) repite a diario los errores heredados de su relación con Ricardo Martinelli. No se han podido liberar de la mortal contaminación y distorsión que este introdujo en el partido, además de jurar destruirlo.

Este comportamiento llevará al PRD a lo más profundo de la cloaca política en que lo tiene sumido su actual dirigencia. Ejemplo de lo anterior es el cambio de la ley electoral que impulsó Benicio Robinson y su cartel de diputados, unos meses antes de las últimas elecciones, para violentar el contenido del estatuto en cuanto a que los miembros del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) no podían participar en elecciones populares. El cambio posibilitó que el propio Robinson, Juan Carlos Navarro y otros participaran en las elecciones.

Robinson y su cartel lo hicieron posible con la ayuda de los diputados de Cambio Democrático (CD), cumpliendo órdenes de Martinelli. Este es uno de los muchos ejemplos de cohabitación ilícita que mantuvieron a lo largo de cinco años, y que hoy día todavía continúa. Por eso, no sorprende su reciente reunión con diputados de CD, algo a lo que tiene derecho. A lo que no tiene derecho es a enlodar más al PRD y a sus 425 mil miembros. Él no ha logrado consolidar el partido a lo interno, a pesar de tener el control absoluto. Mucho menos –y en mi opinión aún más grave– consolidarlo ante la opinión pública. Entre las bases, el rechazo a su persona es mayor de lo que él admite.

Robinson controla autoritariamente los estamentos administrativos y utiliza de forma hábil el clientelismo político, no hay convicción por liderazgo. El CEN hace lo que él ordena solo por los beneficios económicos que recibe vía nombramientos en la planilla de la Asamblea Nacional y otras instituciones. Aferrarse al control es su misión para llevar al PRD a una alianza con CD en 2019, y garantizar el triunfo de la vuelta de Martinelli y su cartel al poder. Su rechazo a la derogación del blindaje de impunidad con que se cubren a políticos–diputados, no es más que una alianza con la corrupción impuesta por los cinco años de gobierno anterior, del que disfrutó hasta la saciedad.

La percepción generalizada, en mi opinión una realidad innegable, es que Robinson lideró la alianza con el gobierno de Martinelli traicionando todo lo que predica y practica la mayoría del PRD, que resumo como el comportamiento ético y honesto, con respuestas sociales oportunas. Hoy día, él lidera seudopactos de gobernabilidad, bajo la condición de “me pagas con puestos en la Asamblea y otras instituciones. Y si cuando quiero más me lo niegas, entonces, detengo los proyectos legislativos”. Esto constituye el ejercicio pleno del oportunismo político.

Ante estos hechos, son ilusos aquellos políticos, tanto del PRD como los de gobierno, que creen que hay que sumarse a Robinson para “aconsejarlo”, y así cambiar su actitud. No he sabido que ningún león feroz se haya convertido en vegetariano, a pesar de ser aconsejado. En el caso de quien nos ocupa su metabolismo político no lo resiste, pues su voracidad por el poder es tan inmensa que no le importa violar el estatuto ni amenazar y “renunciar” a los miembros del CEN, coartando su derecho a la libertad de expresión y de acción.

Es pertinente señalar que Robinson no es el PRD, sus desatinados actos pertenecen solo a él. Su gobierno del PRD es solo circunstancial y consecuencia del desmadre que generó la administración de Martinelli. El PRD es algo muy distinto de Robinson, sin embargo, es innegable que las acciones públicas que este realiza se reflejan en la mala imagen que tiene el partido.

Sus amenazas y bravuconadas, así como sus irreflexivas pretensiones de modificar el estatuto para, entre otros hechos, desbancar al secretario general y tomar por asalto sus poderes y en grosero golpe adjudicárselos al presidente del partido (es decir a su propia persona), son muestras de que quiere hacer lo mismo que hizo Martinelli con la institucionalidad del país, cuando la demolió y la puso a su exclusivo servicio, propiciando así la corrupción.

La orden de “o te callas o te expulso del partido” atenta contra la democracia. Es un destello de ignorancia e inseguridad, y muestra de hacia dónde camina el CEN, muy alejado de los 425 mil miembros del PRD, quienes observan con desconcierto estos infames acontecimientos.

No hay expulsión que detenga el derecho a comentar y criticar, con la verdad en la mano, que Benicio Robinson, Crispiano Adames, Raúl Pineda y Franz Wever traicionan al PRD, y con sus actos reniegan del torrijismo. En consecuencia, son indignos de administrar el partido y de representarlo.

¡Así lo percibo, así lo escribo!


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