Bernadette de Lourdes y la visión de ‘Aqueró’

Bernadette de Lourdes y la visión de ‘Aqueró’
Imagen de la Virgen, como la vio Bernadette, que ha sido colocada sobre una columna en la explanada de Lourdes.

Jorge De Las Casas jdelascasas@prensa.com Francisco Soubirous y Luisa Castérot tuvieron una niña el 7 de enero de 1844 en Lourdes, aldea enclavada en los Pirineos franceses, y le pusieron por nombre Marie-Bernarde. El hogar de Bernadette (como todos la llamarán) es una pequeña y humilde casa, el molino de Boly, a orillas del torrente. Será la primogénita de muchos hermanos.

A partir de 1854, la familia de Bernardita sufre varios trastornos. Un accidente de trabajo disminuye a Francisco Soubirous. La sequía, luego, impide la cosecha de trigo durante dos años, con el consecuente paro de los molinos. Finalmente, la revolución industrial también les afecta: aparecen los molinos de vapor, con los que no pueden competir los tradicionales molinos de agua. Es la ruina.

En 1855 es el cólera el que ataca la región. Bernadette sufre la enfermedad. Queda débil toda su vida, además de la afección de asma que la aflige.

Los Soubirous, pobres y necesitados de una nueva vivienda, se ven obligados a peregrinar a otro molino. Y en 1857 André Sajous, primo de Francisco, propietario de la vieja prisión fuera de uso llamada “le cachot” (el calabozo) los recoge, en una habitación de unos 16 metros cuadrados. Allí vive Bernadette con su familia cuando suceden los acontecimientos celestiales.

Tiene catorce años, la enfermedad y el trabajo le han impedido ir a la escuela, por lo que no sabe leer ni escribir, pero desea prepararse para recibir la Primera Comunión. Es la única del pueblo que no la ha recibido a esa edad, porque el trabajo en los oficios domésticos y como pastorcita de una vieja nodriza le ha impedido estudiar el catecismo; tampoco sabe hablar francés, sólo el dialecto de la región. Ahora bien, el catecismo se enseñaba en francés. Por la noche, después de largas horas de labor, la niña repite de memoria las fórmulas del catecismo...

El invierno era crudo en Lourdes aquel jueves 11 de febrero de 1858, Bernardita, su hermana Toneta y su amiguita Juana marchan para ver si encuentran leña y huesos para calentarse en la lumbre. Su madre le ha encargado a Bernardita que, como goza de poca salud y se constipa enseguida, procure no mojarse los pies. Su hermana y Juana pasan el riachuelo. Ella queda sola y es entonces cuando llega la aparición, en la gruta de Masabielle (Rocas Viejas) que ella narra así:

“Cierto día fui a la orilla del río Gave a recoger leña con otras dos niñas. Enseguida oí como un ruido. Miré a la pradera, pero los árboles no se movían. Alcé entonces la cabeza hacia la gruta y vi a una mujer vestida de blanco, con un cinturón azul celeste, y sobre cada uno de sus pies una rosa amarilla, del mismo color que las cuentas de su rosario.”

Cuando volvieron Toneta y Juana, una radiante Bernadette les preguntaba si habían visto algo. Nada vieron. Entonces Bernardita les contó su visión, después de hacerles prometer que guardarían el secreto. Pero... ellas lo develaron. Para Bernardette esto significó una serie de burlas y prohibiciones de las autoridades eclesiásticas y civiles y de maltratos que soportó sin queja. A pesar de las prohibiciones, obedeció el mandato de regresar dado por la Virgen y de una urgencia interior. Durante los siguientes cinco meses se encontró 18 veces con ‘Aqueró’, que la aguardaba. (En los interrogatorios, Bernadette no decía “vi a la Virgen” sino “vi aquello” (aqueró) o a Aquella. El día de la Virgen del Carmen, 16 de julio, fecha de la última visión, la vio “más hermosa que nunca”, según su testimonio, pues era la única que gozaba de la visión, aunque la gente la seguía a la gruta.

No tenía estudios, cierto, pero no era tonta. Cuando el alcalde, para mofarse de su afirmación de que había comido hierba le preguntó si la habían confundido con una ternera, ella le respondió: “¿usted come lechugas?” —Claro. — “¿Y acaso lo confunden con un ternero?” Todos rieron.

El 8 de diciembre de 1854 el Papa Pío IX había definido en la bula Ineffabilis Deus (El inefable Dios) el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Esto es, que María, desde su concepción en el vientre de su madre había sido preservada del pecado original “en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del genero humano”. Cuatro años después, como para ratificar la definición papal, la Virgen se presenta en Lourdes, según el testimonio de la niña, con este título: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. En los interrogatorios le hicieron notar a la niña que la “Inmaculada Concepción” era un concepto. “Yo no puedo decirle a la Virgen cómo tiene que expresarse”, dijo. Pero lo más notorio era que aquella pobre niña ignorante nada sabía de teología ni entendía la expresión aludida.

Por un período de cinco meses, la Virgen se le apareció a la niña, en medio de multitudes que se acercaban para rezar y poder observar a la hermosa señora, pero solo Bernadette podía verla. Bernardita afirmó que la Virgen le había encargado la construcción de una capilla sobre la gruta y la realización de una procesión.

En la novena aparición, el 25 de febrero, la Señora mando a Bernadette a beber y lavarse los pies en el agua de una fuente, señalándole el fondo de la gruta. La niña no la encontró, pero obedeció la solicitud de la Virgen, y escarbó en el suelo. Allí brotó de las profundidades el milagroso manantial de Lourdes.

El agua de Lourdes ha sido analizada por hábiles químicos: es un agua virgen, muy pura, un agua natural que carece de toda propiedad térmica. Además tiene la peculiaridad de que ninguna bacteria sobrevive en ella. (Simboliza la Inmaculada Concepción, en cuyo ser nunca hubo mancha de pecado original ni personal)

Lourdes se hizo famoso en el mundo entero. Se convirtió en centro de peregrinaje donde muchos han encontrado la salud y los incrédulos han vuelto a la fe. De las paredes de la gruta cuelgan muchas muletas de enfermos curados, como exvotos que testimonian el poder milagroso de la fe en Dios y en la mediación de su Madre.

Luego de la última aparición ocurrida el 16 de julio, Bernadette ingresó a la orden religiosa de las hermanas de la Caridad de Nevers, a la edad de 22 años, y permaneció allí hasta su muerte a los 35 años de edad. Treinta años después de la muerte de Bernadette su cuerpo fue reconocido para el proceso de beatificación y encontrado en perfecto estado de conservación. Su piel dura, pero intacta, llena de color. El 8 de diciembre de 1933, el papa Pío XI declara santa a Bernardita.

Los mariólogos ven el mensaje de la Santísima Virgen en Lourdes, resumido así: a) confirmación del dogma de la Inmaculada Concepción, b) dejar una fuente de sanaciones físicas y espirituales; c) exaltación de la humildad; d) llamado a la penitencia por los pecadores.

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