Bota basura al río y matarás a un niño

Las pérdidas materiales de aquellos que poco tienen, y lo pierden todo, es conmovedor y motivó la solidaridad natural que convierte a todos en nación...una sola, sin divisiones ... simplemente a ayudar al hermano en la nacionalidad, en su momento de angustia. Aunque lo material es solo eso, material, es dolorosísimo, pero reemplazable.

Hay, sin embargo, algo que simplemente nos rompe el corazón y es el crecido número de muertos y el pequeño desaparecido; de los muertos, la mayoría era niños y ancianos. Son seres humanos irreemplazables que dejarán para siempre una lágrima en el alma de sus seres queridos. Nada ni nadie podrá llenar el vacío que dejan.

Un muerto o desaparecido es demasiado, y cuando se trata de 15 muertos y un desaparecido, es una tragedia de marca mayor. Nosotros, en Panamá, hemos perdido más vidas que las perdidas en las ciudades que sufrieron los embates de los terribles huracanes recientes, que representaban mucho más peligro que nuestro aguacero de una tarde.

Cierto es que en nuestro caso no hubo aviso previo pero, mírese como se mire, la pérdida de vidas sufrida por nuestro país es un escándalo, debido a que en gran medida era evitable con solo cambiar nuestros hábitos. Esta lección vivida debe ser suficiente aprendizaje, pero como tenemos la memoria corta, las autoridades municipales tienen que ayudarnos vía reglamentos firmes, multas altas (sin excepción), y una campaña permanente que golpee la conciencia ciudadana.

Primero, hay que eliminar la posibilidad de contruir viviendas en las riberas de ríos caudalosos o áreas bajas frente a cerros donde pueden producirse aludes asesinos.

Segundo: hay que cambiar el funesto hábito de tirar basura, colchones viejos, estufas viejas a los ríos para que “se los lleve”. La campaña debe ser dramática. Algo así como “Si botas basura al río, estarás matando a un niño”; así de grave es la cosa. Han muerto muchos niños, y en gran parte por nuestra irresponsabilidad de botar basura en los ríos y en cualquier otro lugar. Esto es nada más y nada menos que un escándalo tan inaceptable como increíble. ¿¡Qué decirle a esa madre que perdió a sus dos niños, en parte por nuestra irresponsabilidad ciudadana!?

Nuestros ríos deben tener sus cauces limpios y amplios para que aun crecidos puedan “ser tranquilos, fluyendo eternamente, haciéndose más profundos, más anchos y cada vez más poderosos en su viaje hacia los océanos insondables, proporcionando vida y sustento para todos” (parábola china).

Toca ahora a los nuevos alcaldes recién instalados no solo atender con eficiencia y honestidad a los damnificados, sino construir desde ahora un futuro, con nuevos hábitos que eviten pérdidas innecesarias de vidas. Démosle a esas familias, hoy con un gran y permanente vacío en el alma, por lo menos la seguridad de saber que la muerte de sus seres queridos no fue en vano, y que debido a su tragedia personal cambiaremos nuestras costumbres y se salvarán en el futuro muchas vidas de niños y ancianos.


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