Gran parte del problema político del abultado presupuesto de la Asamblea de Diputados es que los 146 suplentes cobran, aun sin estar llamados a actuar.
El actual presidente de la Asamblea, Jerry Wilson, justifica el pagarle a éstos, los únicos "servidores públicos" sin funciones específicas, en razón de un Reglamento Interno que concede a cada cual unos 2,500 dólares mensuales, so pretexto de "dietas y combustible", ¡esto en un Panamá donde no hay gasas en los hospitales!
La lógica tras tamaña corrupción yace en un fallo judicial, que en esencia dice que, si los suplentes se ganaron su tómbola, hay que respetársela.
Ella sigue de una vetusta decisión de la Corte Suprema de Justicia, la que discurrió que el Dr. Ricardo Arias tenía derecho a cobrar emolumentos como vicepresidente, pese a que optó (unilateralmente) por no acudir al Gabinete, a cuyas sesiones tenía derecho de asistir con voz, aunque sin voto. El Dr. Arias se había ganado su botella, y la Corte estaba empeñada en que se la respetase.
¿Después de todo, qué es un vicepresidente, sino un presidente-suplente? Así pues, los diputados suplentes también exigen pago por mantenerse en disponibilidad.
Ante semejante caradura de su mentor espiritual, y pese a la retórica vacua de "Cero Corrupción", los politiqueros de Patria Nueva no tienen cómo negar a los diputados suplentes sus sinecuras.
¡Y difícilmente tendría el presidente Wilson aquel coraje de estadista requerido para racionalizar el gasto de la Asamblea, aprovechando ahora que se "reforma" su Reglamento Interno, para quebrar de una vez por todas estas botellas, porque es lo que se requiere para comenzar a recuperar el respeto al Poder Legislativo.
