Yo creo que esta vez se rompió el hechizo.
Hablo de la podrida que se traía el local de Vía Porras con calle Belén, que primero ocupó México Colonial; luego vino una transformación seudocaribeña, y ahora lo ha tomado el Chimborazo. Esta es una buena noticia para nosotros, quienes no nos queremos ir hasta Juan Díaz para comernos una de sus famosas sopas levantamuertos. Me fui en dos ocasiones seguidas, el domingo de Carnaval cuando no había ni un alma, y luego entre semana, ocasión en que encontré el sitio repleto.
El sitio, básicamente, conserva la decoración de sus predecesores, ambigüa, pero sin atentar mayormente contra los cánones del buen gusto. Uno de mis RDT se quejó de la poca iluminación, pero acababa de ingresar del meridiano rajatabla. En realidad, una vez acostumbrada la vista a la penumbra relativa, puedes leer bien el menú. Eso sí, en cuanto el menú se deje leer. El problema no se presenta tanto en español, pero en inglés es un horror, las traducciones son atroces y no corresponden con el platillo en español.
Pero entremos en materia. La lista de vinos no es nada excepcional, pero tienen cuanto trago creó Dios, además de cervezas y cócteles, entre ellos un Pisco Sour bastante decente (aunque RDT sintió el limón pasadito).
Los ceviches, que son el fuerte del Chimborazo, se pueden pedir al estilo panameño y al estilo peruano: básicamente iguales, excepto que los peruanos vienen con su debida ración de camote, maíz y cebolla morada encima. Pedimos el de pulpo, que estuvo absolutamente extraordinario. El pulpo estaba en su punto, fresquito; el ácido del limón, el cilantro picadito y la cebolla morada te explotaban en la boca. Un mordisquito de esto, otro de camotito dulce y te vas al cielo. El de corvina, otra historia. La primera vez lo echamos para atrás porque evidentemente era cualquier cosa, menos corvina. El segundo estuvo sabroso, pero francamente, el componente visual se vio afectado. Un elemento crucial para un buen ceviche es el cuchillo. Este, o no tenía filo, o lo blandía Jack el Destripador. Pero sabroso al fin y al cabo.
Luego nos dedicamos a las sopas, ¡Oh gloriosos potajes! Chimborazo es famoso por su parihuela y su levantamuertos. La parihuela, esa maravillosa bullabesa sudaca nacida en las playas del Callao (una parihuela es una plataforma de madera utilizada para montar cargas), no la probamos esta vez. Pero sí repetimos el indiscutible placer de la levantamuerto, que por dos cincuenta es una de las mejores gangas del mercado: esta versión del aguadito de mariscos (otra clásica peruana), es un caldo divino, de un verde jade, con arroz y camarones, almejas, pulpo y cambombia, que se mezcla con el delicioso sabor del cilantro, que le da, además de color, identidad. Un chorro de limón, otro de picante y estás en la gloria. Probamos también un chilcano de corvina, delicadísimo caldo claro con cilantro (esta vez en cantidades más discretas), trozos de corvina delicados (y cortados con mejor cuchillo) y cebolla, que es un verdadero placer. El chupe de camarones estaba harto en camarones fresquitos, con su huevito y crema de rigor, y pasó con creces la prueba del sabor, así como el arroz chaufa (léase arroz frito con camarones), al que le roncaron las maracas.
Pedimos también unos chicharrones de calamar, rebozados y crocantes, que no nos defraudaron. Las almejas en su concha, sin embargo, estaban sobrecargadas de maicena y fueron decepcionantes. Pedimos una papa a la huancaína que no dijo ni fú ni fá.
De platos fuertes, el filete de corvina Chimborazo vino en su cartuchito de aluminio, colmado de pulpo, cambombia y camarones, todo hiperfresco, fragante y delicado. Siguiendo con las especialidades peruanas pedimos el ají de gallina. Qué través. El ají de gallina, que en las manos correctas es exquisito, aquí fue un horror. En vez de espesarse basado en pan y queso con algo de almendras, a éste le echaron harina, lo que creó una mazacota ordinaria y desagradable. Por puro ejercicio masoquista separé los trocitos de gallina y me quedó una tercera parte de volumen en pura masa amarilla. Como el menú hace alarde de platillos internacionales (desde filet mignon hasta langosta a la Termidor), pedí el filete antedicho. Hice énfasis en que lo quería a término medio: no tres cuartos, no recocido, medio. Rosadito, rosadito por medio. Lo que llegó a la mesa no era un filete, era una cutarra. Igual forma, igual textura, igual grosor. Recocinado como chancleta, aunque he de decir que la salsita sabía bien. Pero ni modo.
De postre, nos gustó el Delicia Chimborazo, un híbrido de mamallena con flan con dulce de frutas, que calificó más alto que el cheesecake , que aunque no estuvo malo, no fue el mejor del pueblo. El servicio fue bastante decente, aunque la cocina debería prestar mejor atención a cómo lavan los vasos (me llegó uno que no pasó la prueba).
En resumen, zapatero a tu zapato. Felicito al Chimborazo, aprecio su esfuerzo de presentar un menú más sofisticado, pero a mis lectores les sugiero irse por lo seguro. A la mona, aunque la vistas de seda, mona se queda, y esta mona no necesita ningún emperifolle: un ceviche, una sopa y una cerveza, y estás en buen camino. Dixit.
Calificación: ** Presupuesto: $ - $$ Dirección: Esquina de calle Belén con Vía Porras Horario: De lunes a jueves, de 8:00 a.m. a 8:00 p.m., los viernes y sábados hasta la medianoche y los domingos hasta las 9:00 p.m. Teléfono: 226-8397 Acceso a discapacitados: a nivel de calle Aceptan: Visa, Mastercard, American Express, Clave Recomendamos: Arroz con camarones (B./5.00), chupe de camarones (B./4.75), ceviche de pulpo estilo peruano (B./5.75), chilcano de corvina (B./3.00) Buena relación costo-calidad: Sopa levantamuertos (B./2.50)
