Buen comer La Fontanella

Buen comer La Fontanella
LA PRENSA/Alejandro Bolívar

ARISTOLOGA revista@prensa.com No hay que despreciar el valor del mercadeo, estilo Disney. El restaurante como parque temático es un concepto válido, y La Fontanella lo utiliza con cierto donaire: por si no sabemos que fontanella significa fuentecita en italiano, hay una fuente que de "ita" no tiene nada, en medio restaurante. El sonido del agua parece encantar a los comensales, porque el restaurante ha estado consistentemente lleno en todas mis visitas. Me alegro mucho por los propietarios, los Doval del Hotel Roma.

No cabe duda de que la inyección de capital fue cuantiosa, pues se nota el uso de buenos materiales y un ojo de amo que permitió al metafórico caballo, si no engordarse, lucirse. Además, hay rampas para sillas de ruedas en todo el restaurante. Eso, la decoración. En cuanto a la cocina, tengo sentimientos encontrados, pero criterios sucintos: las pizzas, deliciosas; las pastas con crema, muy buenas; las pastas con salsa de tomate, ¡peligro, Will Robinson, peligro! y los platos fuertes parecen hologramas (sigamos con la ciencia ficción), porque los puedes ver, pero saborear...

Comenzando con las pizzas, son de masa delgadísima, tanto las grandes como las chicas. Por lo general siempre pido pizzas chiquitas porque las más grandes salen o masudas o crudas, pero en Fontanella evitan magistralmente este faux-pas, y las pizzas salen de su horno de leña crocantes, al punto perfecto. Tienen varias pizzas gourmet , pero yo me decanté por la Fontanella (léase combinación) y la quattro formaggi (léase cuatro quesos), con mozarella, gorgonzola, ricotta y parmesano. Excelentes, especialmente si pides una pequeña de abreboca mientras estudias el resto del menú, que tiene doce caras, tamaño tabloide. El menú es otra belleza, y tiene verso, perla, pluma y flor. Su diseño gráfico marea, puesto que las páginas están abarrotadas de logos y fotos, y su redacción confunde, porque es un patois de español, inglés e italiano, alucinante. Una cosa interesante es que han intentado sugerir vinos para que vayan con los platos, y aunque no esté de acuerdo con todas las selecciones, es un esfuerzo loable. La carta de vinos en sí, presenta una selección bien pensada y los márgenes son muy, muy razonables.

Pero siguiendo con la comida, he de decir que con los antipasti o aperitivos también nos fue muy bien. Pedimos la insalate romana , que a primera vista parecería una ensalada jardinera, pero llegó con salmón ahumado: este ingrediente, que debería predominar en la descripción del menú, estaba enterrado entre los tomates, hongos, espinacas, quesos, etc. También nos gustaron las croquetas de chorizo con brócoli (vegetal que no detectamos) con salsa de mostaza, y el carpaccio de res con hongos salteados estuvo excelente, aunque la porción diminuta no justifica los $6.95. A RDT también le encantaron las almejas al jengibre, combinación muy bien ejecutada donde la raíz aromática se impone, mas no llega a dominar a los pequeños bivalvos, en un suave caldo de vino con perejil. Pasando a las pastas, pedimos dos con crema, simultáneamente (se pueden pedir medias órdenes): un penne a la Pertini, combinación clásica que lleva jamón, manzanas verdes y un toque de cognac , último que la distinguió de la salsa de nuestra otra selección, los tortellini de calabacín, rellenos de pollo en bechamela con nueces. He de decir que esta bechamela tiene una buena infusión de crema y está muy bien ejecutada. También llegué a probar la lasagna de carne (buena, pero no tan buena como la de mi casa, entonó RDT), y las que me pararon los pelos, unos raviolis di spinach [sic] que venían con trozos de tomate que me supieron a lata, pero que estuvo superiorísima a una pasta a la Arrabiata, donde el jamón venía en unos cuadritos ínfimos de textura demasiado suave, la salsa de tomate parecía espesada con maicena y el cocinero hizo fiesta con el picante, ya que era lo único que se sentía. Horrible experiencia. En cuanto a los platos fuertes, pedimos unos langostinos al ajillo, que aunque hermosos y a buen precio, no supieron a nada y vinieron acompañados de unas habichuelas completamente resancochadas e insípidas. También pedimos un saltimbocca ; este plato, cuyo nombre implica "que salta a la boca", vino (comprensiblemente, ya que aquí no es muy fácil conseguir ternera) hecho de filete, pero no saltó a ninguna parte, puesto que ese día el cocinero se peleó con la sal y la pimienta. Vino acompañado de unos spaghetti con salsa pomodoro, absolutamente olvidables. Llegué a pensar que la disfunción era de mi paladar, pero cuando pedimos una pizza y ésta nos supo a gloria, comprendí que mis papilas andaban OK.

Entre los postres, los crèpes rellenos de Nutella (chocolate con avellanas) son sabrosos, al igual que el Charlotte helado de café, chocolate y galletas. Dixit.

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