La noche traspasa el tiempo de nuestra existencia y nos hace remontarnos a momentos al estilo de Jung (colectividad), a momentos al estilo de Darío (poesía y tragos) o de Lorca (arte y música); la noche traspasa las fronteras del fuego y nos permite caminar sin titubeos sobre las tibias brasas del placer. La noche es el destello de una raza después de despertar de otro aletargado atardecer.
Tuve el primer pub o bar restaurante al estilo europeo que se construyó en Panamá y que se llamó La taberna del Capitán Drakes y he trabajado toda mi vida en restaurantes y en bares.
No te cuento esto porque esté orgulloso de mi hoja de vida como bartender ni porque sea algo trascendental en mi existencia, te lo cuento solo como referencia para que sepas que sé un poco de la noche.
Converso para que juntos comprendamos que la noche tiene un ritmo diferente al que se vive bajo el sol, un ritmo en el cual también se llora y también se ríe, un ritmo que no es mejor, solo que sí es diferente.
La noche en otros países es diferente a las noches de Panamá; diferente no en alegrías, o en mujeres bonitas o en cantidades de alcohol o diferentes en falta de restaurantes. Es diferente porque Panamá no tiene una cultura de la noche.
Pretendemos salir a divertirnos y sin embargo, nos es difícil saludar al vecino; nos cuesta regalarle una sonrisa a quien tiene cara de coqueto y jamás permitiríamos que alguien sospechase de que nos sentimos solos (nos suicidamos).
Preferimos el orgullo y la vanidad al placer de la charla y la conversa nueva Preferimos no ser humanos y sí ser panameños. Creo que nos cuesta mucho entender lo que es la noche.
Como panameños algunas veces salimos muy perfumados, con 100 dólares en los bolsillos y tres condones en la billetera para alimentar la fantasía de la gran noche, y regresamos a casa con el mismo perfume, con una jaqueca de cien dólares y tres condones tristes, los cuales ya han tenido otros viernes similares, escondidos en la billetera.
A la noche en Panamá le hace falta la espontaneidad del hombre que no caza, sino que se divierte. Le hace falta la espontaneidad sin el alcohol, no porque critique los tragos (no tendría el valor moral), sino porque la actitud de los tragos aumenta el statu quo imperante, las mujeres a la izquierda y los hombres a la derecha, grupos de amigos atrás y hombres buscando una sonrisa y un poquito de conversación adelante; si te pasas la línea eres un borracho, si no cruzas el puente estás ahuevado.
No puede haber noche sin bohemia, no puede haber bohemia sin arte y no puede haber arte sin amor.
La noche tiene su propia alma y muchas veces decide no ser de nadie y punto. Las noches son únicas, con ritmos de jueves, ritmos de lluvias o de silencios, transitados por equipos nocturnos, seres de un mundo, donde tarde o temprano todo jugador dejará su hígado o su corazón regado sobre el mostrador de un oscuro bar
La noche cambia los viernes, las quincenas y los días feriados. En estas fechas todos los amateurs que buscan un refugio a su cotidianeidad y al stress del diario vivir tratan desesperadamente de ser deslumbrados por las estrellas. La noche los reconoce, las sombras saben que son invitados de la oscuridad, huéspedes momentáneos que buscan aquello que perdieron durante el día.
La noche sabe que al amanecer ellos regresarán gafas en mano con su antiguo amo, el rey sol, mientras que con ella permanecerán todos los bohemios, genios y desadaptados.
El día y la noche, el ying y el yang, el bien y el mal; creo que todas son caras de una misma moneda, creo que son parte de un mismo Dios.
La noche, nunca hay noche como la noche de aquella noche.
