BASES AERONAVALES

Cabos sin empatar

La mentira es “expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa”. Tergiversar algún hecho o expresión también es mentir. Se miente para evitar un reproche o una sanción; para hacer daño; para obtener algún beneficio, o para ocultar alguna verdad dolorosa y evitar a alguien un sufrimiento; en la mitomanía, trastorno psicológico, mentir es habitual, inevitable. Así como en el boxeo hay categorías según el peso del boxeador, también las hay en las mentiras, que pueden ir desde peso pesado (frecuentes en los gobiernos) hasta peso paja, inofensivas “mentiritas blancas”.

Al que miente se le llama mentiroso, así, a secas. El rico refranero popular dice que “la mentira tiene las patas cortas y la verdad siempre la alcanza”. Es noticia principal en estos días que las bases aeronavales abiertas en aguas del Pacífico y el Atlántico son financiadas en su totalidad por nuestro gobierno. Eso dijeron. Un reportaje enviado por Betty Brannan Jaén, corresponsal de La Prensa en Washington (7/2/2011), informa que la organización pacifista Fellowship of Reconciliation afirma que hay documentos que indican que el Departamento de Defensa de EU firmó contratos con una empresa de Texas para la construcción de un muelle y un centro de operaciones antinarcóticos en Punta Coco, y otro contrato para mejorar polígonos de tiro en Panamá.

Además, que Panamá ha solicitado la asistencia para éstos y otros proyectos similares en varios puntos del país. O sea, que para hacer las cosas “a la gachapanda”, la fachada será la empresa texana, no el Departamento de Defensa norteamericano. El ministro Mulino dice que no hubo participación de militares ni de funcionarios de Estados Unidos en estas bases. Estas y otras informaciones dejan a los funcionarios del Departamento de Defensa como mentirosos, ¡no al ministro Mulino!, a quien están dejando mal parado. Muchos cabos tiene esta historia que no empata bien.

Veamos lo de los cuatro aviones no tripulados que nuestro gobierno comprará (compraremos) para “enfrentar las redes de narcotráfico y las células de grupos guerrilleros que usan el territorio panameño”, dijo Mulino. Sobre esos aviones, ¿por qué será que no fuimos informados del generoso gesto de los norteamericanos que nos dejaron usarlos, así como así, durante tres meses? ¿Es ingenuidad preguntar por qué los vuelos “experimentos” de espionaje contra el narcotráfico se hicieron desde Tocumen y no desde una base colombiana, o en zonas fronterizas de México y Estados Unidos? Nadie, que esté en contra de la lucha contra el narcotráfico, puede estar en desacuerdo con combatirlo.

Lo que no es fácil tragar es lo que se hace a nuestras espaldas y que se ponga en riesgo la neutralidad con la que Panamá está comprometida. Temo que nos estamos metiendo en un berenjenal que, además nos cuesta “un Potosí”. Que miren hacia México, donde utilizar el ejército (2006) para combatir el narcotráfico, según analistas mexicanos, “agitó el avispero y ha llevado tan solo a más picaduras de avispas” (34 mil 600 asesinatos hasta ayer). Sospecho que el presidente mexicano, Calderón, debe estar muy arrepentido de haber prestado oídos a un pésimo consejo.

En su bien documentado escrito, “Una lucha desigual” (El Panamá América 13/12/2009), Eduardo Morgan Jr., ex embajador de Panamá ante EU plantea: “…Es conveniente preguntarse ¿cuánto le cuesta a Panamá esta guerra que no ha provocado? ¿Qué porcentaje de nuestra fuerza pública está dedicada hoy a rastrear la droga, a fin de evitar que la envíen a Estados Unidos, en lugar de estar trabajando para brindar la seguridad que reclaman los habitantes de Panamá? ¿Cuánto nos gastamos en salud para tratar el creciente número de los adictos que obtienen una droga barata y abundante que se vende aquí por lo difícil que les hacemos a los traficantes locales, que sirven de intermediarios, sacarla del país hacia su destino final? Si por cada tonelada de cocaína que interceptamos en Panamá, Estados Unidos se ahorra 100 millones de dólares ¿por qué no les exigimos que por lo menos contribuyan con los gastos en los que incurrimos para interceptar esas toneladas de cocaína? ¿Y qué decir del costo de encarcelar y enjuiciar a los narcotraficantes internacionales que capturamos?”.

Buen enfoque el de Morgan. ¿Por qué “sacarle las castañas del fuego” a EU en vez de invertir en educación, programas de prevención y centros de rehabilitación en todos los barrios de las ciudades y pueblos, que también han caído en las garras de la drogadicción y el narcotráfico?

¿Quién está diciendo la verdad en toda esta trama? Aquí hay mentiras peso pesado. Dijo Nietzche: “Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti”.


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