Ante el aumento incontrolado del precio de los combustibles, una atinada articulista mencionaba cómo lograr un significativo ahorro del combustible desperdiciado en los enormes tranques de las horas "pico" de nuestra capital. Su propuesta fue la modificación de los horarios de los ministerios, para evitar la coincidencia de miles de funcionarios en la misma hora. Ello sería una medida totalmente acertada, propuesta de tiempo en tiempo por distinta gente pensante. Esto coincide con el anuncio de que el Gobierno "evalúa cambio de horarios, ante el incremento constante del precio del petróleo".
Resulta notable el desperdicio innecesario de millones de galones de combustible mientras se espera detrás de una larga fila de vehículos. Es por ello que quiero recordar la experiencia que vivimos en 1990 y parte de 1991, cuando el Ministerio de Vivienda tuvo como ministro, durante el corto período de los demócratas cristianos en el gobierno del presidente Endara, a Raúl E. Figueroa. Este ministro, a quien acompañé como asesor técnico, puso en ejecución un plan muy interesante y novedoso en nuestro país: un horario continuo de servicio al público, de 7:00 am. a 6:00 pm. Once horas en total. Los empleados del ministerio pudieron escoger entre tres turnos diferentes, cada uno de ocho horas, a saber:
1) De 7:00 de la mañana a 3:00 de la tarde.
2) De 8:30 de la mañana a las 4:30 de la tarde.
3) De 10:00 de la mañana a las 6:00 de la tarde.
Algunos empleados con rapidez escogieron el turno de 7:00 a 3:00, ya que sus cónyuges trabajaban en la Autoridad del Canal o en otra empresa con igual turno y, por vivir lejos, viajaban juntos. Al funcionario del MIVI, entonces le correspondía esperar hora y media para entrar a su trabajo y su compañero, en la tarde, aguardar hora y media para recoger a su pareja. Ahora entraban y salían a la misma hora y aprovechaban mejor su tiempo. Se ahorraban hora y media al día.
Otros empleados, casados con otros funcionarios, prefirieron mantenerse en el horario regular para coincidir sus ingresos y salidas con su pareja.
Por último hubo personas, sobre todo damas, quienes escogieron entrar a las 10:00 de la mañana, pues les permitía preparar a los hijos para la escuela, hacer los oficios de la casa y dejar la comida preparada para el día.
Se logró así que en cada departamento hubiera personal laborando durante las 11 horas programadas. Esta acción, además de satisfacer a muchos empleados, permitió a trabajadores de otras dependencias del Gobierno, el poder gestionar sus propios asuntos ante el MIVI. Este horario alargado y flexible duró hasta la llegada de un nuevo ministro, con su propio librito. También con el cambio, se eliminaron los programas de autoconstrucción y los proyectos de planificación de tierras para "invasiones programadas y controladas" para su desarrollo en etapas de formalización.
La ocasión se presta para retomar la experiencia del año 90, por lo menos en cuanto al cambio de los horarios. La ciudad hoy lo requiere.
El autor es arquitecto y ex presidente de la SPIA
