Recientemente leí con mucha satisfacción un artículo en La Prensa, el que un economista hace uso de la ley de oferta y demanda para demostrar que de nada valdrá la lucha contra el narcotráfico (la oferta), si no se hace lo propio contra la drogadicción (la demanda). Me satisfizo porque en mi profesión, la química, muchas de sus leyes me han permitido tener una mejor visión del mundo que me rodea e invito a otros profesionales a hacer lo mismo y desde luego compartirlo. Advierto que no será fácil. Veamos un ejemplo.
Para que una reacción química se realice se tiene que aplicar energía para lograr un estado de transición entre los reactivos y productos. Una vez lograda esa transición, la reacción prosigue libremente sin necesidad de energía, por el contrario, libera parte o toda la energía que absorbió. A esa energía aplicada se le llama energía de activación, y de su magnitud dependerá la velocidad con se realice la reacción.
Lo anterior es aplicable a toda transformación de la materia. Cuando Ud. deja un trozo de hierro o cobre a la intemperie, el hierro se oxida más fácilmente porque su energía de activación es mejor. Los alquimistas no pudieron convertir el plomo en oro simplemente porque esa barrera energética es muy alta e implicaba una serie de procesos nucleares, que produciría además una gama de productos secundarios.
En este momento el lector puede sostener la hoja de periódico, sencillamente porque existe una enorme barrera para que el periódico no se convierta en otra cosa. Pero esa barrera no es insuperable, porque con el tiempo el papel sufrirá una transformación y posterior deterioro. Una mesa no se convierte en silla ante su mirada, al menos que se aplique energía para cortar la madera y se hagan los cambios correspondientes, con la subsecuente formación de subproductos. Fue por ello que en una ocasión me atreví a decir que era imposible que la glicerina se convirtiera espontáneamente en dietilene glycol, catalizada por el cobre presente en el recipiente, como se trató de decir en aquel caso de la CSS.
Asociemos este principio a nuestra política post-dictadura. Si hemos tenido gobiernos muy similares es porque hay una barrera que impide el cambio en sus formas de gobernar. Para lograr ese cambio se requerirá de mucha energía (si lo queremos pronto) o mucho tiempo. El Gobierno ha admitido lo que no dijo en campaña, que el cambio no es fácil, por lo que se deduce que se ha optado por un cambio lento en lugar de uno violento.
Veamos cómo el Gobierno perdió la oportunidad de lograr un cambio más expedito. Cuando se quema un combustible no es necesario aplicar energía para romper la barrera arriba indicada en cada una de las moléculas del combustible. Basta una chispa para iniciarla, porque la energía liberada por las primeras moléculas será suficiente para activar la combustión de las otras moléculas. Se desarrolla una reacción en cadena. El actual gobierno tuvo esa chispa con aquel “mazo” al inicio de su gestión, que le pudo permitir continuar con poco esfuerzo todos los cambios deseados, si estos fueran en realidad de carácter social. En su lugar, se dejó vencer por la sed de poder y se desvió al control político. Ello dificultó la aceptación de las recién aprobadas reformas tributarias.
Si el Gobierno ha optado por cambios lentos pero firmes y espontáneos, también debe fijarse en las leyes químicas. Los cambios químicos serán más viables si se favorece la diversidad, la aleatoriedad y la distribución de la energía. Eso no será posible en política con la concentración de poderes.