Cuando en febrero del 2003 decliné el Ministerio del Canal que me ofreciera la presidenta Mireya Moscoso, lo hice en el convencimiento de que si bien la vía interoceánica pertenece al Estado panameño, debe estar excluida de cualquier intervención partidista, y mi designación habría contenido tal sentido dado que era el Presidente del Partido Liberal Nacional, integrante de la coalición gobernante.
Hago esta remembranza cuando la directiva del Canal tiene la inmensa responsabilidad de designar en esta semana al administrador del Canal para el período de siete años que se inicia precisamente este mes.
Mientras se barajan nombres conocidos, todos con relación ya sea a la administración canalera actual o al propio Ejecutivo, creo que los panameños aún no hemos perfeccionado un sistema que permita designar, sin convulsiones, al administrador de la más importante empresa del país y que, por sus características, es una de las primeras con que nos observa el mundo exterior.
Modificamos la Constitución para darle al Canal una autonomía necesaria, pero no incluimos la fórmula apropiada para designar al Administrador de la vía, con lo cual quedamos sujetos a la decisión de sus directores, quienes de alguna u otra manera han tenido un origen partidista.
Confío en la integridad e idoneidad de la actual directiva de la Autoridad del Canal, así como la de dicha organización, porque ha demostrado con amplitud su capacidad operacional y soy consciente de que actuarán en el mejor interés nacional, que exige dejar de lado cualquier consideración política.
Ahora bien, la posición del Administrador del Canal es uno de los cargos más importantes del país, y creo que a la misma debían concurrir, o aspirar todos los panameños, dentro y fuera del país, con las credenciales requeridas para ello, en un proceso amplio, transparente y de cara a toda la sociedad, que es dueña de la vía interoceánica.
Eso permitiría que el Canal dejase de ser, para muchos, un mito distante, o algo no inserto en la sociedad, y que el mundo refuerce la certeza de que continuará siendo un baluarte del servicio marítimo mundial.
Con los nuevos retos que enfrenta la vía, que implican su posible ampliación para hacerla competitiva ante las nuevas demandas de la comunidad marítima internacional, es de vital importancia que la administración del Canal se mantenga dentro de las manos expertas de panameños que han sabido llevar muy alto el prestigio de la vía, y que le han dado plenas seguridades al mundo que el cambio de administración de norteamericanos a panameños no demeritó el funcionamiento del Canal.
En un país como el nuestro, en que debemos propiciar el mejoramiento de la calidad de vida de los que lo habitamos, debemos exigirles a nuestros gobernantes resultados positivos en la administración y manejo de nuestros principales recursos y bienes.
En otras palabras, no se trata simplemente de administrar la cosa pública, sino de administrarla bien, para que de esta manera obtengamos los beneficios que todos los panameños nos merecemos.
La fuerza laboral del Canal de Panamá compuesta mayoritariamente por panameñas y panameños capaces y comprometidos con su trabajo, bajo la dirección del actual Administrador, ha tenido resultados positivos en todas las áreas de operación del Canal, desde su eficiencia hasta su seguridad, y durante los últimos años el Canal ha mejorado sustancialmente sus aportes económicos al Gobierno Central, siendo estos de 386 millones de balboas durante su período fiscal 2004.
En este sentido, me inclino por confirmar en el cargo al actual administrador Alberto Alemán Zubieta, pero al mismo tiempo, sugiero encontrar una fórmula más amplia que permita en la próxima ocasión, contar con una gran cantidad de prestigiosos y competentes aspirantes panameños que pueden seguir dejando en alto el nombre de nuestro país como operador de su propio Canal y faciliten a sus directivos escoger dentro de un más amplio abanico de posibilidades.
El autor es abogado y político