Empiezo este artículo manifestando que me mueve escribirlo el gran cariño que el Casco Antiguo despierta en mí. No soy vecino del lugar ni tengo intereses económicos allá, pero el Casco le pertenece a todos los panameños por su invaluable valor histórico. Tampoco soy arquitecto ni urbanista, soy abogado, pero más que eso, soy un ciudadano preocupado por los cambios planeados en nuestra ciudad.
Recientemente, en la semana del 13 de junio, escuché la intervención del ministro de Obras Públicas, Federico Suárez, en el programa de Álvaro Alvarado. El ministro decía que el Casco Antiguo necesitaba más vida, para potenciar las actividades comerciales y culturales, lo que solo se conseguiría propiciando una mayor presencia de personas en el área.
El ministro parecía compartir las inquietudes de muchos panameños, no obstante, irónicamente, el Gobierno busca desarrollar un proyecto que no atiende aquellas inquietudes y que no sería el más óptimo para resolver el aislamiento en el que se mantiene el barrio.
Este aislamiento podría acabar con el flujo de movimiento que se prevé lograr con el proyecto completo de la cinta costera. Igualmente, el misterioso video que ha circulado y que muestra cómo quedarían los rellenos en El Chorrillo y Amador, pronostica un dinamismo aún mayor.
El escenario es de oportunidades. No obstante, si la cinta costera se construye circunvalando el Casco Antiguo, mediante un relleno amplio, esto propiciaría que el gran flujo de peatones que haga el paseo por la costa pase a lo largo de la circunvalación, sin siquiera entrar al Casco. De forma que, cuando se recorra el paseo, sería poco práctico cruzar los carriles, tipo autopista, para subir al Casco que se situaría un poco lejano en lo alto. Los peatones pasarían de largo hacia la calzada de Amador, y se perdería una irrepetible oportunidad de revitalizar el área.
Sin intentar brindar una evaluación técnica, a mi juicio la cinta costera se compone de dos elementos principales: vialidad y espacio público. Considero que a través de la opción del túnel el Gobierno cumpliría con su intención legítima de encontrarle un paliativo al problema del tráfico hacia el Puente de las Américas.
Por otro lado, lo que más me interesa destacar es que propiciaría, de manera natural, que el gran flujo de personas que pasen a lo largo de la cinta atraviesen el interior del Casco Antiguo, recorriendo plazas históricas renovadas, a través de peatonales puntuales, hasta llegar al nuevo malecón en El Chorrillo con dirección a Amador. Esto haría del Casco Antiguo un destino primordial de la cinta costera.
Todo este incremento de personas potenciaría la actividad comercial y cultural, dándole vida al Casco Antiguo, tal como anhelaba el ministro Suárez, así como muchos otros ciudadanos.
Todo esto no debería reñir con los planes que el Gobierno quiere desarrollar en El Chorrillo y Amador que, de hecho, luciría como el plato fuerte de todo este megaproyecto.
Ante esta irrepetible oportunidad histórica de revitalizar nuestro Casco Antiguo, a través de las millonarias inversiones programadas, ¿sabremos aprovecharlas, logrando consensos en la sociedad o naufragaremos en las poco transparentes aguas de nuestra bahía a rellenar?
