¿Cuáles valores veíamos en ella? Su vitalidad desbordante de ritmo y de alegría, que sabía transmitir al ambiente que la rodeaba, aunque fuera a mucha distancia por medio de la televisión. Y esa vitalidad de Celia no necesitaba nada de vulgar ni pornográfico para divertir, y mucho, a la gente.
Por otra parte hoy día, en los tiempos de los matrimonios light en los que a menudo se cambian mujeres y hombres como si fueran camisas o blusas, Celia y su esposo, Pedro, vivieron juntos, el uno para el otro, durante 41 años. Se dice pronto. Un gran ejemplo para las parejas actuales.
Otro toque muy positivo de nuestra artista era su espontaneidad sencilla y humilde en medio de su inmensa fama, virtud que no la hacía lucir prepotente ante los demás. Una sobrina me cuenta que conoció a Celia Cruz en Japón y al hablar ambas en castellano en un ambiente japonés, se comunicaron con mucha cercanía. Mi sobrina le dijo que se estaba muriendo de emoción al conocerla y Celia le contestó con una gran sencillez: "Oye chica, por favor, no te vayas a morir por mi culpa pues yo no querría cargar con esa responsabilidad. Tranquila, chica, tranquila, y a dormir bien esta noche".
Por último quiero recalcar su fe en Dios. Algunos dicen que era santera aunque otros lo niegan. Pero con elementos de santería o no, quienes la trataron de cerca reconocen que era una mujer muy religiosa y que se confesaba católica. De hecho su funeral, después de una misa en Miami, se celebrará en la catedral católica de San Patricio en Nueva York. En el último homenaje que le hicieron, estando ya muy enferma, dio las gracias a la gente por sus oraciones y sobre todo a Dios porque, tal como lo manifestó, solo a El le debía el seguir adelante en su lucha contra la enfermedad.
A propósito de la posible santería de Celia Cruz, quiero hacer de pasada un breve comentario. Hace más de un año participé en un encuentro ecuménico en La Habana y allí se discutió mucho sobre las relaciones entre las denominaciones cristianas y la santería caribeña; y prevaleció la tesis católica de que en lugar de condenar la santería, lo que había que hacer era dialogar amistosamente con ella y ponerla en un contacto más profundo con el Evangelio, cosa que no suelen rechazar en su inmensa mayoría ni los santeros ni las santeras. Me parece, aunque no estoy ciento por ciento seguro, que el papa Juan Pablo II, cuando estuvo en Cuba, tuvo algunos contactos amistosos con líderes de la santería. El fenómeno santero, dijimos en nuestro encuentro ecuménico de La Habana, merece estudiarse bien y no lanzar con ligereza condenas a diestro y siniestro.
Pero volviendo a Celia Cruz, nos ha parecido muy importante, además de reconocer sus inmensas dotes artísticas, poner fuerza en sus valores humanos porque hoy día la gente, especialmente la juventud, tiende a imitar a sus líderes y estrellas ya sean del cine, la televisión, la música o el deporte, porque ante el mundo tienen más fuerza los ejemplos que se ven que las palabras que se dicen.
Que el Señor tenga a su lado a Celia y que allá, en el misterio de la eternidad, su salsa terrenal que contagió a tanta gente de alegría sana, se convierta en una "salsa celestial" de alabanza en clave tropical y caribeña al Creador de todo lo bueno y bello de este mundo. Una oración por Celia y por su esposo, Pedro, cuya resignación no va a ser nada fácil, pero que Dios se la sabrá conceder. Que así sea.
