Terminé de leer un interesante libro titulado Votos de Castidad. El debate sobre la sexualidad del clero católico –escrito por cinco académicos de prestigio– que recomiendo a mis lectores.
Concluye el libro con lo siguiente respecto al voto de castidad: "La Iglesia afirma que el Nuevo Testamento es inspirado por Dios, pero los concilios generales y los papas, de acuerdo con la historia misma del catolicismo, se han contradicho y la tradición es inconsistente respecto de este tema. La conclusión lógica es que en su propio contexto religioso el voto de castidad, aunado a todo el bagaje represivo de la sexualidad que lo acompaña, no puede ser una enseñanza de origen divino; todo lo contrario: es una de las más ingeniosas fabricaciones humanas de la historia, legitimada con fragmentos y retazos bíblicos fuera de contexto, leyendas y narrativas de frailes, místicos y anacoretas y –sobre todo– con tratados teológicos de los siglos IV y V influidos por dualismos grecolatinos. En el lenguaje de la institución misma, se trata de un dogmapagano".
Pedro estuvo entre 11 de los apóstoles que eran casados y en el primer siglo los obispos eran casados; el celibato era opcional, nunca obligatorio.
La única declaración explícita de Jesús acerca del celibato se tocó de manera tangencial en un brevísimo espacio, a pregunta expresa de una intempestiva pregunta, y remarcó el carácter voluntario, opcional y excepcional –nunca general– del celibato. Las palabras de Jesús sencillamente no apoyan el celibato obligatorio.
Fue en el Quinto Concilio de Cartago cuando se declaró, en calidad de sugerencia, que los sacerdotes casados debían abandonar a sus esposas, lo que la mayoría ignoró porque en ese entonces no se habían establecido penas canónicas. El celibato sacerdotal obligatorio fue cerrado a toda discusión en el Concilio de Trento, celebrado con interrupciones entre 1545 y 1562. Las razones: había que proteger a la personalidad de la fuerza perturbadora de la pasión sexual y proteger el patrimonio eclesiástico, no fueran a existir hijos de sacerdotes con intenciones de heredar su patrimonio, poniendo en peligro el patrimonio de la Iglesia.
Pero... ¿a qué viene el debate?... a los escándalos de abusos de pederastia, que en Estados Unidos llegan a más de 6 mil casosaceptados y que –según el New York Times– ya han costado a la Iglesia mil millones de dólares en indemnizaciones a víctimas.
Está también comprobado que en América Latina el celibato de los sacerdotes, en la praxis, ha sido siempre opcional, con ocultamiento. En España, de una muestra de 354 sacerdotes, el 53% sostenía relaciones sexuales con mujeres adultas. En 1990 el arzobispo Bartolomé Carrasco de la Diócesis de Oaxaca reportó al Vaticano que 75% de sus sacerdotes no cumplía con el celibato; esto produjo el habitual decir "creo en Dios, pero no en los curas". Todo esto produce, según el vicepresidente de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano (Celam) que exista una "incoherencia de los católicos de América Latina entre la fe y la vida" … "una cosa dicen, y otra cosa hacen".
Todo esto ha producido una caída abrupta de las vocaciones sacerdotales y una numerosa renuncia al estado religioso y, no por casualidad, la baja del catolicismo y la expansión del "evangelicalismo" protestante.
Por supuesto que el abuso sexual efectuado por sacerdotes y pastores no es exclusivo del catolicismo, pero el celibato –contrario a la naturaleza humana– no contribuye en nada a enfocar correctamente el problema. ¿La solución?... a fin de cuentas, es la interpretación que hace la jerarquía de la Iglesia misma, la que tiene en sus manos la solución, pues a los laicos esa área les está vedada; sin embargo, como católicos siempre es bueno que nos informemos sobre lo que realmente proviene de la palabra de Cristo, y lo que no.
Termino diciendo que hay, entre muchos otros, algunos sacerdotes a quienes admiré y admiro que han sido y son para mí ejemplares, como monseñor Martín Legarra (q.e.p.d.), monseñor José Sebastián Laboa (q.e.p.d.), el padre Javier Villanueva (q.e.p.d.), el cardenal Oscar Rodríguez Maradiaga, el padre Fernando Guardia Jaén, el padre Néstor Jaén (q.e.p.d.), el padre Antonio Zufìa, el padre Patrick Hansens, y monseñor Rómulo Emiliani, quien –coincido con Delia Cárdenas – debería ser devuelto a servir a Panamá … donde tanto lo necesitamos.
