El lenguaje corporal es muchas veces más elocuente que las palabras. El niño mira al padre y a la madre y sonríen; esta mímica es un talismán para la armonía familiar. En la escuela miramos a la maestra procurando adivinar su estado de ánimo; más tarde hacemos lo mismo con nuestros superiores hasta el punto de que, a veces, imperceptiblemente tendemos a imitarlos. Es un juego de charadas.
Tenemos un Presidente con una personalidad que no encaja dentro del marco del político tradicional. Se trata de un hombre emprendedor, laborioso y sagaz que, junto con su familia, ha contribuido a incrementar grandemente el patrimonio familiar sin recurrir a cuestionables ayudas gubernamentales y turbias componendas (puesto en palabras de Cervantes) “como es costumbre y mala usanza de los de (otra) ralea”. (Por ello me ha molestado la majadería de los bordados; a la postre esto da una prueba más de laboriosidad familiar).
El Presidente, acostumbrado a navegar en los mares procelosos de la empresa privada, ha de estar habituado a asumir riesgos calculados y a esperar resultados en forma rápida. Este proceder, afianzado a través de décadas de constante labor es consustancial a su personalidad y su lenguaje corporal no puede sino transmitir esta actitud.
Sin embargo, aquello que para él es rapidez habitual, para algunos de sus colaboradores quizás refleja “precipitud” que conduce a lo contrario de lo que se busca pues atrasa los asuntos públicos, impacienta a los funcionarios y transmite una imagen nada halagadora que, en futuras contiendas políticas será esgrimida por los adversarios. A cada funcionario le corresponde laborar eficiente y honestamente, al ritmo que le sea propio y sin obviar ninguno de los requisitos de Ley.
Dentro de esta charada y mensajes corporales, aunado a muy escasa información, se trasluce que hay intenciones de explotar la mina de cobre de Cerro Colorado, parcialmente ubicada dentro de la comarca indígena.
Hace más de siete décadas, oí en la plaza de Dolega por primera vez la frase: “donde hay dos chiricanos, uno solo no pasa trabajo”. En contadas ocasiones la he vuelto a escuchar e incluso la he usado.
Bajo la bota férrea y mano dura del primer tirano se pretendió explotar la mina. En ese tiempo, como se sabe, los medios de comunicación estaban controlados, el tirano era la Constitución, gran parte de los asesinatos y expatriaciones habían ocurrido, la gula del PRD y sus amigotes era saciada por Cofina y nada parecía evitar que la lluvia ácida cayera sobre la región ngäbe–buglé y todo el oriente chiricano. Cerro Colorado se detuvo y atribuyo el mérito a la oposición unitaria del pueblo chiricano y al respaldo del resto del país.
Mucha agua ha corrido bajo el puente desde aquella época, muchas cosas se han transformado grandemente, en especial la ecología y las comunicaciones, de modo que iniciar un proyecto que indiscutiblemente ha de deteriorar el ambiente y traer vicio, luto y dolor a humildes campesinos no parece ser una buena política. Si es por dinero, bastante hemos corroborado recientemente y una vez más lo que nuestra sociedad, y en particular los políticos, saben hacer con el dinero.
El verdadero mal, el cáncer que tenemos es el PRD. El PRD hijo de la dictadura estuvo en el poder durante 21 años, ha ganado dos elecciones y continúa siendo el partido mejor organizado y con mayor membresía en el país.
Así como Moisés vagó por el desierto, durante 40 años antes de que el pueblo entrara a la tierra prometida, así mismo, el PRD debería expirar al menos 20 años, cuatro períodos electorales para permitir que el personal no contaminado, que sí lo tienen, logre dirigir el partido. Por tanto, sería una decisión asaz temeraria y destinada al fracaso la de pretender explotar la mina de cobre y convertir a la provincia de Chiriquí y parte del resto de la República en adversario de la coalición de partidos hoy en función de gobierno; el ciego e irracional voto de castigo beneficiaría únicamente al PRD al cual le entregarían el poder una vez más aun cuando hubiese segunda vuelta electoral.
El Presidente debe meditar acerca de la ruta que va a seguir porque, después de Dios y la familia, no queda más que la patria y a las personas de más alto rango más responsabilidad les cabe. Por favor, cambien de estrategia, ya que rectificar errores es de sabios y enmendar errores políticos es de estadistas.
