Un equipo dirigido por James Roney de la Universidad de Chicago enredó a estudiantes masculinos de entre 18 y 36 años en una breve conversación con una joven asistenta del equipo de investigación, sin comentarles el trasfondo del encuentro.
Tras la conversación, en la saliva de los hombres la concentración de la hormona sexual testosterona había aumentado claramente, según informó la revista Nature en su página web .
El aumento de la hormona fue mayor cuando la joven tenía la impresión de que los hombres la querían impresionar. Hasta ahora se conocían reacciones similares a éstas en animales en celo.
