El progreso de China está basado en la educación y sus grandes universidades compiten en pie de igualdad con las mejores. Sus instalaciones son de primera y todas ellas se precian de contar con amplios programas de intercambio con las principales universidades del mundo. El ingreso a estas universidades es abierto y muy competitivo, igual que en las grandes instituciones de enseñanza estadounidenses, lo que asegura la educación de los más aptos. No en vano las universidades tecnológicas de China están graduando anualmente cerca de 325 mil ingenieros contra 60 mil en EU y 70 mil en Japón, lo que le garantiza una posición privilegiada en el mundo del futuro. No olvidemos que al genio chino le debe la humanidad hitos de progreso que preceden a la Era Cristiana.
China está a punto de sobrepasar al Japón como la principal economía del Asia y, en un plazo de 15 a 25 años, será la primera economía mundial. Con mil 300 millones de habitantes, un ingreso per cápita todavía muy bajo pero con un crecimiento anual altísimo, el cual se está volcando en obras de infraestructura y desarrollo de sus áreas rurales, China será sin duda actor principal en el mundo globalizado.
Otro aspecto importante a destacar es la estabilidad política de que disfruta China. Después de Deng Xiaoping, sucesor de Mao Zedong y gran artífice de la reforma económica, ha venido un proceso político estable que se observa en el relevo ordenado de los gobernantes. Su política internacional está inspirada en la igualdad de los Estados, el respeto a la soberanía y a la Carta de las Naciones Unidas. No observamos en China vocación imperialista ni militarista. Recordemos que recuperó a Hong Kong y Macao mediante procesos pacíficos que protegieron el bienestar de sus habitantes y preservaron en ambos casos el statu quo. Esa misma política sigue China con Taiwan, el único territorio injustamente separado de la soberanía china que falta por reintegrarse a la madre patria, constituyendo el último resabio que aún queda de la Guerra Fría.
Para las Naciones Unidas, Taiwan es tan solo una provincia china, y este hecho lo reconoce incluso Estados Unidos. La propia Taiwan nunca se ha considerado independiente, sino que alega ser el verdadero Gobierno de China. Para sostener la ficción de que representa a toda China, el Gobierno de Taiwan mantiene relaciones diplomáticas de dudoso origen con algunos países pequeños, entre los que se cuenta Panamá. Resulta evidente que se le hace un grave daño a nuestra economía si se continúa privando al país de la posibilidad de aprovechar la expansión del gigante asiático. Corresponderá al nuevo gobierno la tarea de enmendar este error para comenzar a convertir a Panamá en un país de primer mundo.