Hoy 20 de enero es un día especial: se produce este acto en el que se honra a distinguidos ciudadanos y ciudadanas como notables, con mención especial de nuestro querido y siempre recordado Pepe Reyes, quien por primera vez provocó con su ejemplo ser designado Notable post-mortem.
Es un día especial también porque un 20 de enero hace 33 años una dictadura militar decidió arrestar y violentamente expatriar a 13 panameños disidentes, lo cual profundizó las convicciones democráticas y el espíritu de lucha de todos los que en ese día perdimos la patria, cuando nos arrancaron de raíz de nuestra tierra. También es un día especial porque hoy tomó posesión de la Presidencia del país más poderoso de la tierra Barack Hussein Obama, un hombre joven que rompió todos los paradigmas del sistema político y cultural de EU, constituyéndose en una esperanza no solo para su país sino para el resto del mundo.
¡Qué mejor día entonces para reforzar en Panamá –nuestro país– los valores cívicos y morales! Tengo que hablar algo más sobre los notables, excluyéndome a mí, por supuesto. Cada uno de los notables tiene un campo distinto de eficaz acción ciudadana, pero todos tienen rasgos comunes: son hombres y mujeres íntegros, creativos, de acción constructora, de valor cívico… en fin… ciudadanos competentes a tiempo completo.
Hay en este grupo un cúmulo de sabiduría, que es de las pocas cosas que no solo no disminuye con la edad, sino que se acrecienta con ella. Todos son de mente abierta, aprendices a tiempo completo, siempre con una visión clara de su camino y el camino que quieren para su país. Dicen que un empleo es lo que hacemos por dinero, un trabajo lo que hacemos por amor. Estos hombres y mujeres desempeñan sus trabajos por largas horas cada día... con intenso amor. Todos son seres solidarios porque saben que la solidaridad transforma, mientras que la caridad sola perpetúa. Todos son creyentes en la suerte, pero se han dado cuenta de que entre más trabajan, más suerte tienen.
El liderazgo que cada uno ejerce en su ramo de actividad ciudadana es el resultado de una clara visión, coraje de acción y ejemplo. Como hombres y mujeres realmente grandes viven con un curioso sentimiento de que la grandeza no está en ellos. Por eso actúan siempre con una extraordinaria humildad. Ninguno se dedica a la queja perpetua contra el gobierno, que es una epidemia que –como decía Ortega y Gasset– satura el aire nacional.
Cierto es que el ámbito político amenaza con convertir la democracia en triunfo de la total incompetencia, pero los notables actúan convencidos de que no hay democracia eficaz y justa si no hay ciudadanos comprometidos con la acción vigorosa de lo que hoy llamamos “sociedad civil” conformada por aquellas organizaciones privadas dedicadas a la agenda pública, sin aspirar al poder político. La democracia de ciudadanos competentes se basa en la profunda convicción de que hay extraordinarias posibilidades en los ciudadanos ordinarios o comunes, y que la esperanza es la esencia de todo movimiento ciudadano. El ejemplo de esta verdad nos la dan a diario los clubes cívicos Kiwanis, Leones, Rotarios, 20/30, Soroptimista y la Cámara Junior, convocantes de este acto.
El concepto de ciudadanía eficaz con valores presume que no solo somos ciudadanos de una República sino que pertenecemos a la “familia del hombre”, y nuestra acción no solo debe ser en nuestro pedacito de tierra que –como escribió Miró– “cabe toda entera debajo de la sombra de nuestro pabellón”, sino en el planeta que es nuestra casa grande. Así tenemos que lograr despertar en cada uno de nosotros el concepto grande de ciudadanía con una nueva actitud histórica, y para lograr esto nuestra base política tiene que volver a ser la moralidad. Hablo de la moralidad de todas las religiones, incluso la de los no-creyentes.
Una vez al presidente de EU, Lincoln, le preguntaron sobre su religión y contestó: “cuando hago el bien, me siento bien; cuando hago el mal, me siento mal… esa es mi religión”… ¡cuánta claridad y sencillez! Sin embargo, el planeta sigue dominado por la intolerancia. Leí unas estadísticas aterradoras: en 5 mil 500 años de historia, se han producido 14 mil 514 guerras que han costado mil 240 millones de vidas y solo nos quedaron 292 años de paz.
He allí la importancia de dedicarnos a construir ciudadanías con valores cívicos y morales; es que solo una vida vivida para los demás es una vida de valor. Tenemos que ayudar a preparar a las nuevas generaciones con pilares de educación, así: que aprendan a saber, que aprendan a ser, que aprendan a convivir y, lo más importante, que aprendan a hacer ciudadanía cívica competente y moral.
En nuestro Panamá hay una corriente de subsuelo que busca siempre lo trivial, lo intrascendente… las cosas pequeñas, momentáneas, míseras, insignificantes. Frente a este reconocido problema propio de la mediocridad, hay que aplicarle las palabras de Néstor Porcell, quien escribió: “El sentimiento nacional panameño se viste de pollera, sombrero pintao y ritmo de tambor con una fuerza que otros pueblos de nuestro continente no pueden exhibir”.
Treinta y tres años han pasado desde que un ser se creyó con el derecho a robarle a un grupo de panameños la Patria; desde entonces, al ver a una empollerada bailando un tamborito me brotan las lágrimas. Ese sentimiento profundo de nuestro ser nacional es el que llevamos todos los que tuvimos la suerte de nacer o convivir en esta tierra. Es el sentimiento que anima a todos los notables de ayer, hoy y mañana.
Queremos –como dijo Ortega– que nuestra Nación sea como un inmenso coro en donde cada uno de nosotros esté encargado de una nota. Esa gran sinfonía donde se justifican todas las acciones, donde todas las cosas se ordenan y adquieren ritmo y valor; es la cultura cívica y moral que hoy enaltecen los clubes cívicos con el honor anual que confieren a un grupo de notables. A ellos y a todos sus miembros, nuestro más profundo agradecimiento.
A mis compañeros homenajeados, mi admiración y respeto por su eficaz ejercicio ciudadano.