Dra. Lucinda Urrutia de Díaz/Odontóloga y docente universitaria riluc@sinfo.net
La hipertensión arterial es un problema de salud pública que afecta aproximadamente al 20% de la población adulta de la mayoría de los países. Se define como la elevación de las cifras de presión arterial por arriba de los valores considerados normales por la Organización Mundial de la Salud y la Asociación Internacional de Hipertensión. Estas cifras son 140 mmHg o superior para la presión sistólica y 90 mmHg para la presión diastólica (PA>140/90).
Es una afección sin síntomas en la elevación anormal de la presión arterial y aumenta el riesgo de trastornos como un derrame cerebral (ictus), la ruptura de un aneurisma, una insuficiencia cardíaca, un infarto de miocardio y lesiones de riñón. En términos médicos, la hipertensión se refiere a un cuadro de presión arterial elevada, independiente de la causa.
Sin embargo, como la presión arterial varía mucho, antes de calificar de hipertenso a un enfermo y decidir el inicio del tratamiento, es necesario confirmar la elevación de la presión arterial mediante mediciones repetidas. Si la presión arterial se mantiene elevada en tres tomas sucesivas en un periodo de 1 ó 2 semanas, entonces se diagnostica al paciente como hipertenso.
Por no producir prácticamente síntomas, sobre todo en sus etapas iniciales, se le ha denominado la enfermedad silenciosa. No obstante, los riesgos de una hipertensión arterial no controlada producen complicaciones en los llamados órganos blancos. Estas complicaciones incluyen infarto agudo del miocardio, derrame cerebral, insuficiencia renal crónica, aneurisma arterial y ruptura de los mismos, problemas de la visión (incluyendo ceguera), entre otros.
