Estaba observando el domingo en la noche el canal de televisión por cable, Discovery Channel, en un interesante y a la vez impresionante documental, que me impulsó a escribir este artículo.
La situación: el calentamiento global y sus consecuencias inmediatas (sí, a muy corto plazo) hacen concurrir dos situaciones, que juntas son alarmantes. "La Corriente del Golfo recorre aguas cálidas, desde el trópico, que sube hasta las costas de las islas británicas. Esto permite que, en Gran Bretaña, puedan disfrutar de esta corriente, al grado de que sus habitantes puedan bañarse en las aguas del océano Atlántico, en la misma latitud, que los osos polares en Canadá caminan sobre mares congelados."
La segunda situación es que, debido al calentamiento global, grandes masas de hielo se están desprendiendo de Groenlandia, y empiezan a atravesar la Corriente del Golfo, lo cual llevará a que las aguas cálidas de la corriente circulen desplazadas más hacia al sur, contribuyendo a un descenso general de la temperatura del Atlántico Norte, causando que los territorios más cercanos al Atlántico pasen un invierno más frío.
Como se puede apreciar, el hecho de que los bañistas británicos se vean afectados no es la razón para la alarma.
El documental abunda en información de que, este cambio climático (calentamiento global) va a afectar seriamente al hemisferio norte con grandes heladas y tormentas gigantescas (tornados y huracanes devastadores), pero también, grandes sequías, precisamente en donde los monzones hacen su trabajo anual de llevar el agua y convertir, cíclicamente, esas tierras en grandes zonas agrícolas.
Al punto ahora con el TLC. Siempre he escuchado como un axioma de economistas, que cada país debe producir al menos lo que consume. Sin embargo, aunque no conozco a fondo el texto de las negociaciones del TLC, tengo que darle credibilidad a la gran cantidad de productores agropecuarios que se oponen a éste.
Con el casi eslogan de que pocos (los productores) se benefician y muchos nos perjudicamos (los consumidores), debido a la "nula" eficiencia de los primeros, los gobiernos que suben sostienen la teoría que, con la correcta negociación, la mayoría del pueblo se verá beneficiado con los bajos costos de los alimentos que podríamos importar de, en este caso, el gran vecino de América del Norte. Ahora bien, y antes de continuar, se hace interesante evaluar que tan "ineficientes" son nuestros productores, si en la actualidad todo lo que consumimos (cebollas, arroz, frijoles, etc., en lo agrícola, y leche, pollo, carne de res y etc. en lo pecuario) es nacional.
La gran pregunta que me hago, y planteo en este escrito, es, dada la posibilidad (muy real, recalco), de que la Corriente del Golfo cambie o se paralice por las razones expuestas con anterioridad, con consecuencias tenebrosas para el hemisferio norte, ¿quién nos garantiza, que una vez destruidos nuestros productores agropecuarios, podamos… comer?
No es un cuento de ficción, pues ya hemos visto cómo se hinca el poderío norteamericano ante la devastación de los dos últimos huracanes, mostrando una impotencia jamás antes pensada.
Si Estados Unidos sufre cambios climáticos dramáticos, es fácilísimo colegir que su agricultura y ganadería también quedarían devastadas. Y entonces, ¿qué? ¿Hay un plan "B" o "C"?
Francamente pienso que no.