Una mezcla de colores parecido al bracero bajo una gran paila de procesar el jugo de la caña para fabricar atados de rapadura; se entreveran a las seis en punto de una mañana de verano en la Autopista Arraiján — La Chorrera; el humo de los automóviles que transitan y el rojo de las luces traseras que marcan como destino el oriente, hacia la gran urbe metropolitana, es el motivo y es que el gran crecimiento de moradores de las precitadas ciudades dormitorio, ha sido tan vertiginoso en los últimos 20 años, que el número de diputados que eligen para participar en la Asamblea Nacional (siete), es comparable al existente en el distrito de San Miguelito.
Tal crecimiento poblacional, ha incrementado el número de vehículos, que sumados a los que provienen desde las distintas provincias del centro y occidente del país, más, los que en menor grado han traspasado la frontera de Paso Canoa, exigen mayores y más amplias arterias de movilización vial. Con ello, paralelamente el control de pesos y dimensiones, horas de tránsito, emisiones de gases descontrolados, sistemas de grúas, ambulancias y vigilancia de agentes policiales, es un requerimiento imperioso.
Pero al igual que muchas cosas en nuestro Estado, pareciera que todo se realiza de acuerdo con la urgencia y no con la planificación. Cada requerimiento señalado, debe ser atendido por una entidad existente en la estructura gubernamental, como indica la Constitución Política del país que deben funcionar los distintos órganos de la Nación, en armónica colaboración, cosa que no hace ni uno, ni otro. La chapucería brilla y se destaca, cual oropel en los hombros de quienes un día mantuvieron al país de rehén, como una afrenta a la dignidad, a la libertad y a la democracia.
El peso de los autobuses en continua circulación, sumado a los de los camiones que acarrean los distintos materiales, muchos de ellos, sin las lonas adecuadas para que no se caigan las piedras que transportan, producen enormes huecos en las delicadas y finas capas de asfalto recién construidas, ya que las mismas, parecieran más bien elaboradas con papel de cebolla.
Las calles de las distintas comunidades, superan a la topografía del acné, altamente burlado del general que se entregó sin disparar un solo tiro de su arma reglamentaria, al enemigo que tanto desafió. Calle quinta de barriada Fuentes del Chase es una muestra palpable de una política de desgano y poco me importan los 536 huecos en los mil 300 metros de distancia de la misma. Más hueco que calle o tal vez "Calle Hueco".
El humo que expelen miles de autos en circulación afecta el ecosistema, pero más impacto tienen para el medio ambiente y la salud de millares que llevan sus vidrios abajo por el alto costo del combustible, es la inconsecuente práctica de permitir a propietarios de verdaderas fumaradas andantes, circular intoxicando a diestra y siniestra sin que los que tienen responsabilidad en la materia, resuelvan qué hacer. La flota estatal es un gran accionista del mal por doquier. Solo los neumólogos de los distintos hospitales, tienen idea sobre las estadísticas de cuanto ha aumentado los problemas pulmonares y respiratorios en niños y adultos por tal práctica que tiene solución, al exigir la utilización de aparatos de medida de emisión de gases.
Asimismo, el mantener el control para que el transporte pesado solo utilice el carril de la izquierda en una vía de dos paños, solo cuando la circunstancia lo amerite, es una rigurosa necesidad en vista que entre ellos y los buseros inconsecuentes, se han convertido en el terror de los conductores de autos pequeños, por la prepotencia y los accidentes que provocan.
No existen puestos de emergencia o de socorro, no hay siquiera un convenio con grúas particulares, en caso de un desperfecto mecánico y los policías de tránsito pescando escondidos para ver qué boleta colocan, en vez de ser los que prevengan los delitos e impongan autoridad. Con las mismas características, iniciaron otros países a convertirse en tierra del más fuerte y el resto de la población decente a vivir sometidos entre terror psíquico y el estrés.
Se permite la entrada de autobuses al país y son autorizados para circular en rutas atestadas de clientes, a verdaderas trampas de muerte y para ponerle la cereza a la crema, le colocan un conductor que en presentación, trato humano y prueba sicológica, no supera lo elemental. Los resultados usted los conoce. Y si piensas que lo descrito sucede solamente en esa dirección, espera conocer las verdaderas peripecias que sufren los que tienen que conducir o ser pasajero desde Pacora, Tocumen o Mañanitas y los que tienen como origen en Chilibre.
El autor es politólogo
