Cosas de poca monta

María del Carmen Cabello ccabello@prensa.com El cinismo de que hace gala Slobodan Milosevic, frente al Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, no deja de sorprendernos. Y no porque el cinismo sea nuevo en personajes de su calaña (muestras abundantes de ello nos proporciona la historia), sino porque la gente que conservamos aún un mínimo de conciencia no hemos perdido la sensibilidad ni la capacidad de asombro, consecuencia esta última de la primera. El día que estas cosas no nos den ni frío ni calor, morirán definitivamente en el mundo la justicia y la esperanza.

Sin ir muy lejos en el espacio ni en el tiempo, el mismo cinismo en defender su inocencia y culpar a otros de sus desmanes mostraron a su turno Galtieri, Pinochet, Noriega o Fijimori. Es un patrón común en tiranos y genocidas, lo que hace suponer que tienen en común rasgos dignos de estudio.

Para empezar, todos ellos, narcisistas irredentos, enamorados de su imagen y de un egocentrismo ciego, suponen que su actitud está guiada por motivos superiores (delirio de grandeza en términos sicológicos), como la salvación de la patria o la defensa contra amenazas externas, por lo que el sentido de culpa no entra en sus cálculos. Al parecer, el mesianismo de que se creen poseedores los libra de todo remordimiento, ese sentimiento que nos obliga a los seres normales a revisar de vez en cuando nuestros actos con el fin de recoger amarras y constatar que no nos hemos salido de los límites de la moral. Y eso, sin tan siquiera hablar de que estén en juego la vida o los derechos humanos del prójimo.

Tal vez algún día se develará el misterio que rodea a la violencia ejercida desde el poder: aún no sabemos si es el poder el que corrompe hasta a las almas más cándidas, o si por el contrario, son solo almas retorcidas y aviesas las que aspiran a ese tipo de cargos. Sin embargo, paréceme a mí que la paloma nunca se convierte en víbora, que no está en su naturaleza, aunque es posible que la víbora se disfrace alguna vez de paloma para confundir al personal y obtener sus fines.

Los tiranos y genocidas tienen sus argucias para confundir, y una de ellas es jugar a la pelota con la palabra patria, y con las creencias religiosas e incluso con la raza. Es decir, debilitan a los pueblos por sus puntos más sensibles, aquellos que ni siquiera son objeto de discusión por ser derechos adquiridos en el momento de nacer.

Pero lo cierto es que los tiranos, con su carga de locura, llegan al poder sin que nadie se lo impida. Y cuando al cabo del tiempo, sus crímenes salen a la luz y se inicia un juicio, es demasiado tarde. Las víctimas ya no están en este mundo, los pueblos se han desangrado en guerras estériles, y generaciones enteras arrastran el lastre de traumas y resentimientos. En los tribunales internacionales se juzga a los asesinos con las consideraciones que merece un ser humano, consideraciones que nunca tuvieron con sus víctimas, cuando no son las de tipo humanitario las que salvan al tirano. La justicia, ya se sabe, es lenta, pero es que, además, en ocasiones, ni siquiera llega.

Sin embargo, menos es nada, y para que la esperanza no muera del todo, he aquí que la Corte Penal Internacional (CPI), auspiciada por una coalición de ONG y conformada en el Estatuto de Roma en 1998, está a la espera de 8 ratificaciones, de las 60 que necesita, para comenzar a operar. Panamá suscribió el estatuto el 18 de julio del mismo año, pero no lo ha ratificado aún.

He aquí, transcrito de su página web, lo que es la CPI:

- “La CPI será una corte permanente que investigará y llevará ante la justicia a los individuos, no a los Estados, responsables de cometer las violaciones más graves al derecho internacional humanitario: genocidio, crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad y una vez que sea definida, la agresión”.

-“A diferencia de la Corte Interamericana que resuelve sobre el cumplimiento de las obligaciones de los Estados Partes, surgidos de la Convención Americana de Derechos Humanos, la CPI establecerá la responsabilidad penal individual; y, a diferencia de los Tribunales Penales Internacionales para Ruanda y la Antigua Yugoslavia, creados por resolución del Consejo de Seguridad, su jurisdicción no estará cronológica o geográficamente limitada”.

“La CPI no será retroactiva, aplicándose sólo a aquellos crímenes cometidos después de su entrada en vigor. Es decir, una vez que 60 países (de los 139 que lo suscribieron) hayan ratificado su Estatuto (...)”

La CPI será complementaria a los sistemas de justicia nacionales, actuando sólo cuando los Estados son incapaces o no tienen la voluntad de investigar o juzgar tales crímenes. De modo que la responsabilidad primaria recaerá sobre los Estados. Esto tendrá como resultado que los Estados (...) fortalezcan la independencia del poder judicial (...)”

Y también, de la página web de la CPI, he aquí la situación de Panamá al respecto:

“El 19 de diciembre del 2001, la Asamblea Legislativa de Panamá aprobó dar carácter de "urgencia notoria" al Estatuto para su discusión y aprobación. El 20 de diciembre, el proyecto fue aprobado por unanimidad en la Comisión de RR.EE. En tanto, el debate por el Pleno se encuentra pendiente”.

Y... ¿hasta cuándo estará pendiente? Veremos. Porque estas cosas, al parecer, son de poca monta para nuestros legisladores. Después de todo, nadie les iba a dar plata por ello.

La autora es correctora de La Prensa

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