PONER ORDEN

Cuchillos SA: Mario Velásquez Chizmar

Título de novela, no es. La mezcla de ficción y realidad no es útil para mitigar la gravedad del escándalo de Panama Papers. Cierto que la plataforma de servicios del país es blanco de nuestros competidores, pero no menos cierto es que la comunidad internacional, tanto la “buena” como la “mala”, se ha beneficiado enormemente, y por décadas, de una de nuestras especialidades en el campo de los servicios: La extraordinaria y efectiva capacidad de los abogados istmeños de “cubrir con un velo” la verdadera propiedad de bienes o crear instrumentos trasnacionales y legítimos para reducir montos imponibles. Ya no solo en Panamá, sino en el mundo entero. Casi somos número uno en el mundo prestando ese servicio, pero la medalla de oro en el negocio le pertenece a otro. Aunque la estructura se armó en Panamá.

No tapemos el sol con la mano. Esta osada conducta la realizó una firma de abogados panameña. ¿Es legal? Precisamente la preocupación global es que se trata de una actividad legal. ¿Acaso es difícil entenderlo? Si fuera ilegal, sería sencilla su solución; pero, como respaldados por el ordenamiento positivo, cuenta con el aval de los poderosos y de las autoridades, y por tratarse de todo un sistema, existen grados importantes de compromiso, enfrentarlo es complicado. Razón para que los esfuerzos defensivos arranquen de un repentino y trasnochado nacionalismo, que exhala vientos de reiterada impunidad. La patria no debe perdonar a su súbdito descarriado.

Nuestra plataforma de servicios clama por orden. Pero el Ejecutivo tomó otra dirección. Algo similar sucede con las notarías. Nadie se atreve a regularlas ni fiscalizarlas integralmente, porque muchos se benefician de las lagunas del sistema. Y no olvidemos la Zona Libre, donde los “milagros” son frecuentes. No es con actitudes quijotescas que venceremos esta ofensiva. Llegó la hora de demostrar que realmente “el pueblo es primero”. Nadie tiene derecho a arriesgar el nombre de Panamá para saciar su sed de ganancias. Ya tenemos los instrumentos legales y, de hecho, necesarios para cumplir con las normas y exigencias de los organismos internacionales en el combate contra las formas delictivas denunciadas en el caso referido, pero se comprobó que aquí no está el hueco. La lucha diplomática para hacer respetar a un país pequeño que presta enormes beneficios al mundo debido a su estratégica posición geográfica, merece el apoyo general, pero no pongan al “ratón a cuidar el queso”.

Una democracia funcional trasciende el aspecto de las negociaciones internacionales dirigidas a reivindicar una cualidad o aspiración nacional. Hay que fortalecer las reglas internas para formar un ciudadano disciplinado y emprendedor, que garantice que su interés por el país primará sobre su legítima intención de ganar dinero. Si no ponemos orden, el riesgo de otro escándalo similar seguirá vivo y en crescendo. Si de figuras literarias se trata, más se acerca al fabricante de cuchillos que facilitó la daga asesina en bandeja de plata e instruyó al autor material del homicidio en su uso.


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