No logro entender cómo es posible que las personas que aspiran a puestos de elección popular –representantes de corregimiento, diputados y presidentes–, quienes durante las campañas proselitistas se la pasan ofreciendo soluciones a los diferentes problemas que afectan a las comunidades, en el instante en que logran alcanzar el cargo público –gracias al voto de los electores– borran de su agenda de trabajo todas las promesas de corregir errores y aplicar soluciones viables a los problemas de índole nacional.
Quizás no logran hacer realidad sus promesas de campaña, por utilizar los mismos sistemas burocráticos existentes que los envuelven en fórmulas ineficaces de trabajo.
Así tenemos que si criticamos los excesivos viajes al extranjero del Presidente de la República –con gastos cargados al erario–, el sistema de gobierno vigente indica que las reuniones entre pares –como le llaman a los que ocupan el mismo cargo presidencial en los diferentes países– son muy importantes, aunque nadie sabe explicar qué ventajas se obtienen de conversar y discutir con otros gobernantes sobre problemas comunes que ninguno ha logrado solucionar en sus propios países.
El emitir un comunicado –con las firmas de todos los asistentes– en el que se plasma que trataron sobre desnutrición infantil, desempleo, falta de viviendas dignas para los pobres, mejor educación y centros de salud no significa que encontraron la clave a esas deficiencias. Lo único que hicieron fue tratar de justificar un viaje inútil y oneroso. Obviamente, pero, con excepción a lo usual, podría darse la necesidad de una reunión de presidentes para tratar asuntos de seguridad que afecta a los diferentes países.
A lo que las comunidades aspiran es a obtener de los elegidos su dedicación y esfuerzo, con el ánimo de lograr soluciones y aliviar la pesada carga de los menos afortunados del país.
Si demuestran con hechos visibles el deseo de trabajar en la búsqueda de mejores días para sus electores, los políticos no tendrán que inventar falacias para obtener respaldo de sus comunidades.
Al trabajar con una entrega total y con honestidad comprobada, no existirá ningún grado de suspicacia en cualquier actividad promovida y respaldada por los funcionarios en ejercicio.
Si no se está actuando de mala fe, si solo se busca el bien del país, no debe existir ningún reparo en dar todas las explicaciones y aclaraciones necesarias, las veces que sean requeridas, para eliminar toda duda y suspicacia.
Ser servidor público es un gran honor; él es colocado en el cargo por quienes confiaron en su palabra y sus promesas; solo queda compensar con honestidad la distinción recibida, administrando con éxito el camino hacia una verdadera y feliz convivencia pacífica.