Lo que viene dicho es lo que ha ocurrido con los obreros de la tierra. Estudiar la historia del obrerismo mundial es una invitación al espanto y a padecer como propios los perversos influjos de la impotencia. ¿Qué se podía hacer ante la fuerza confabulada a través de los tiempos del amo, del señor, del encomendero, del negrero, del patrón en su política violadora de los derechos humanos? Estas son las reflexiones que deben tener presente los obreros en este día y no caer en el relajo disolvente de la salsa politiquera para rebajar el serio nivel histórico del recuerdo.
Estas luchas obreras en Panamá fueron obteniendo una legislación protectora de los derechos de los trabajadores. A partir de la revolución mexicana y de la revolución bolchevique se fueron irradiando a lo largo de América algunas proclamas y conquistas sociales. Primero en disposiciones dispersas como las relativas a la jornada de trabajo de ocho horas, a las vacaciones y a la seguridad social. Luego, bajo la administración de Enrique A. Jiménez, se dio el primer y único Código de Trabajo, vigente a partir del 1 de marzo de 1948, cuyo proyecto fue elaborado por el hoy olvidado Hermógenes de la Rosa. Ese código fue posteriormente modificado durante el régimen militar, pero, por lo mismo, se tiene esa reforma como un nuevo Código de Trabajo a pesar de que su matriz radica en el Código del 48. Lo ocurrido es semejante al intento fallido de darle a las reformas constitucionales de 1983 el carácter de nueva Constitución cuando jamás la Constitución torrijista de 1972 fuera derogada.
Las nuevas normas fueron reconociendo los derechos sindicales, los fueros de la dirigencia, las convenciones colectivas, la estabilidad obrera y todo en un proceso de ir y venir, de avanzar y retroceder, aprovechando la clase política algunos momentos de debilidad de la clase obrera para desandar las conquistas alcanzadas. La última fe de erratas introducida al pliego de las reivindicaciones históricas logradas, fue adoptada por un gobierno del PRD mediante la Ley 44 de 1995, gracias a la frustrante reacción de la dirigencia sindical y a la impetuosa ofensiva gubernamental que, lamentablemente, produjo algunas bajas violentas de trabajadores panameños.
En los últimos años la dinámica sindical se ha destacado por su espíritu de confrontación, y tal vez ese también es el espíritu de los patronos más ortodoxos o reaccionarios. No es ese el espíritu que prevalece en los países europeos y en los de corte democrático de América Latina. En estos sectores se desarrolla con éxito un permanente proceso de concertación, de diálogo entre los protagonistas sociales, o sea que se sigue una metodología propia de la democracia. Muchas veces las partes ignoran que los instrumentos de lucha en una dictadura difieren de los propios de una democracia. Una reflexión objetiva sobre este extremo podría darse en beneficios positivos para la clase obrera en los años que están por venir.
En este 1 de mayo ¡salud, trabajadores panameños!
El autor es abogado y ex rector de la Universidad de Panamá
