La Nación panameña se debate en la profundización de la crisis política, social y económica originada en la sexta década del siglo pasado. Marcos Robles (1964–1968) multiplicó los vicios políticos que propiciaron la dictadura y con ella la degradación de todos los aspectos de la vida ciudadana. La invasión inclinó el escenario político hacia tener oportunidad de rectificar, pero los dirigentes del primer gobierno no tuvieron la visión de crear la nueva República, continuando con la estructura que la dictadura había creado.
Las buenas intensiones fueron cediendo a prácticas políticas inmorales e ilegales, dando como resultado apenas cinco años después, el fatídico retorno de los hijos de la dictadura que hoy ya marcan dos gobiernos. Estos dos ejercicios, junto a la falta de principios de muchos de los que participaron en los gobiernos no PRD, practicaron los mismos vicios de estos que son los mismos del ejercicio Robles y tienen al país postrado en términos generales a pesar del crecimiento económico –parte de él debido a los blanqueos de capitales de diferentes negociados–, amén de la condición que nos da la privilegiada posición geográfica.
La dirigencia del Partido Panameñista, con poca visión y menos formación política–social, en vez de poner orden persiguiendo a los delincuentes de la dictadura y a los de la democracia, no ha propiciado la oportunidad de crear la nueva República.
Tanto se degradó el partido que en el ejercicio presidencial Varela se allanó para que una figura creada y sostenida por el dinero y la propaganda encabezara la nómina que tenía que enfrentar al PRD en su intento, bastante factible, de permanecer en el poder.
La jugada táctica momentánea, por incapacidad de esta dirigencia, era buena si un partido de más de siete décadas de vida, nacido de los principios de Acción Comunal y recogidos por Arnulfo Arias, se activaba y era el peso específico en el ejercicio de la Alianza por el Cambio.
Pero lo que se revela, en los ocho meses de esta gestión, es que ya no solo Varela sino también los dirigentes nacionales y regionales –por sepa Dios qué motivos –, hacen que el partido sea cómplice de esta profundización de la crisis y lo peor sin visos de que aporten nada para corregir sino para empeorar.
Luego de que Alejandro Posse fue destituido por Ricardo Martinelli con la infamia de dejarle la honra en entredicho, los señalamientos nuestros y ahora de Posse, de que hay que renovar la dirigencia y rescatar el partido cobran vigencia. Sabemos que la membresía honesta, esa que participa no por un puesto público sino creyendo en principios y doctrina, y hasta muchos que están ejerciendo un cargo ilusionados por contribuir con el país, quieren y entienden que hay que retomar aquellos principios de Acción Comunal.
El estatuto es letra muerta, pero algunos dicen que se levanten firmas para que los organismos de dirección se reúnan.
El artículo que habla de recoger firmas es para que esos organismos se reúnan en forma extraordinaria, pero si no se reúnen para lo ordinario, ¿se reunirán para lo extraordinario? El camino a lo interno sería convocar una reunión extraordinaria de la convención, cosa bastante difícil, sobre todo por las condiciones de tener que recoger 26 mil firmas, el 10% de la membresía, las cuales tienen que ser acreditadas y llegar hasta el Tribunal Electoral que ya ha dado muestras de estar adocenado a los intereses de Ricardo Martinelli, solo hay que ver cómo se allanaron con el caso del alcalde gringo.
El pueblo panameño y la membresía panameñista están madurando y el tiempo corre a favor de estos vientos de cambios que se están produciendo ante la frustración que día a día genera el gobierno del “nada cambia”.
Lo que pasa en el Panameñismo pasa en todos los partidos y en la mayoría de las instancias ciudadanas, producto de la crisis generalizada. No aceptarlo es ser iluso o ser una persona que antepone sus intereses a los de la Nación.
Por Panamá, o cambiamos realmente o enterramos la Nación y el partido.