EL MALCONTENTO

Disculpa pública a los ngäbe y buglé

Alguien tiene que hacerlo. No será este gobierno que desprecia a su propio pueblo y que denomina minorías a quienes, siendo la punta del iceberg, representan multitudes. No serán los medios de comunicación en sus editoriales, que aún se debaten entre los prejuicios seculares y la sorpresa actual. Tampoco creo que sean los ciudadanos que enfermos de carro y prisas se enfadan cada vez que una protesta molesta su rutina de esclavos.

Así que asumo la responsabilidad, que, además, como tataratataranieto de conquistadores asesinos siempre queda bien para la conciencia quitarle un poco de lastre. Pido disculpas públicas a los pueblos originarios ngäbe y buglé. Primero, por la soledad.

Uno hubiera pensado que en julio de 2010, cuando ellos tuvieron la valentía de aguantar fuego y bala en Changuinola, se iban a levantar en solidaridad país campesinos, clases medias criollas y cuanto hijo de vecino habita este país. No fue así. La mayoría (aquí le doy la razón al cinismo gubernamental) se quedó en casa viendo las pocas imágenes disponibles por televisión con una sensación de distancia tan brutal como si la represión y los asesinatos de Bocas del Toro se hubieran estado dando en Bahréin.

La resistencia heroica de los ngäbe y buglé se ha ido acercando a esta capital fagocitadora. Primero San Félix y Viguí, después Santiago, más tarde Pacora. Y, aún así, en general hay indiferencia o, peor, indolencia ante la necesidad de defender los ricos y frágiles recursos ambientales y culturales del país. Pido disculpas porque la mayoría de la población los desconoce, ni siquiera los re-conoce, parece imposible que llegue a conocerlos. Yo los conozco y sé del valor especial de su lucha. Porque lo hacen a cambio de nada; porque deben caminar horas para llegar a donde los esperan los antimotines; porque están haciendo pedagogía ambiental sin el proyector ni el computador, sin los cuales poco sabemos hacer los activistas de ciudad; porque sé de la fuerza de sus mujeres, que tienen voz y tienen agallas, como las que ni yo ni muchos las tenemos.

Les pido disculpas (y esto sí me cuesta un poco más) por este gobierno que les ha tocado. Que muchos de ustedes también votaron presos de la trampa del clientelismo político y de sus migajas. Al menos ustedes han abierto los ojos y están haciendo que, aunque les cueste reconocerlo, los presuntuosos funcionarios gubernamentales estén con miedo a perder su silla, o sus negocios, o sus futuras herencias caídas como maná de Corea del Sur, Singapur o Canadá. La verdad es que les debo pedir disculpas en nombre de la marioneta Carles, del represor Mulino, del pusilánime Varela, del autócrata Martinelli, de los manzanillos que son enviados a dar la cara mientras los “representantes del pueblo” acuden a cocteles y fiestas en su honor.

También les quiero pedir las más sinceras disculpas por la doble moral de los países “inversores”. Canadá, tan pulcra y moderna ella; Corea del Sur, tan teledirigida e irrespetuosa de los derechos ajenos; China, a punto de llegar porque todos quieren el pastel de los recursos minerales; España, cuyo ministro de Fomento está acá hoy trabajando al servicio de las multinacionales de ese país y sin contemplar si este paraíso de las inversiones respeta o no los derechos humanos; Estados Unidos, que debe estar con rabia porque con este gobierno no tiene tanto negocio como el acostumbrado…

Y, por último, les pido disculpas en nombre de las organizaciones de la capital. Bienintencionadas todas, pero a las que su fuerza y capacidad de reacción les ha agarrado una vez más por sorpresa. Su lucha requiere de sacrificios difíciles de aceptar para los que estamos acostumbrados a carro, casa y aire acondicionado. Nuestras luchas a veces tienen horario de oficina y su dignidad es de 24 horas.

No sé si ganarán esta batalla. Es probable que la pierdan ante el tamaño del monstruo (no me refiero al volumen de algunos políticos). Pero recuerden que la historia no olvida y que este país deberá reconocer durante generaciones que los pueblos originarios ngäbe y buglé han dado la cara y la vida por la dignidad y la honra de esta patria, como hace 86 años lo hicieron los kunas.


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