Mientras que el presidente Martín Torrijos Espino hacía realidad el carácter solidario y humanista del programa red de oportunidades en la locación de Jaqué, provincia de Darién, en el concreto urbano una facción inconforme del movimiento magisterial se aprestaba a hacer realidad una de sus tantas amenazas en contra de la ya conocida oferta salarial del Gobierno establecida en 90 dólares.
El Frente de Acción Magisterial (FAM) como se hacen llamar, dicen tener el respaldo de los maestros y profesores y, de manera tajante, han rechazado avenirse a lo firmado por el Consejo de Unidad Magisterial (CUM) con el Ministerio de Educación.
Un breve examen de los antecedentes de lucha de los maestros y profesores nos llevan a concluir que nos encontramos ante un gremio o gremios de difícil manejo y tratamiento, por el carácter recalcitrante de sus dirigentes y por la proclividad que han demostrado en esta coyuntura, hacia orientaciones extremas que emanan de Frenadeso.
Una de las jornadas de ingrata recordación de los maestros y profesores, acaudillada por Marcos Alarcón, que en sus años mozos le coqueteó a la hoz y el martillo y que posteriormente devino en arnulfista, nos trasladan hacia finales de la década del setenta, cuando una multitudinaria manifestación defenestró la reforma educativa (muchos programas de esta propuesta fueron financiados por la AIDE) escandalizados por una supuesta orientación comunista, precisamente por quien en los últimos años de su vida, sirvió en el servicio exterior panameño en un país que construye con muchos tropiezos un socialismo humanista.
¿Tuvieron razón los maestros y profesores? La historia ha demostrado que esa acción fue una de las grandes equivocaciones que ha tenido el movimiento magisterial en detrimento de la juventud panameña, y que en este nuevo escenario, se hace sentir en toda su magnitud al encontrarse el país sin mano de obra calificada ante los nuevos retos que se presentan.
Este referente histórico es un claro ejemplo de que no siempre las mayorías tienen la razón. Los ejemplos en otras latitudes sobran, y en esto hay que tener mucho cuidado; la cuestionada educación panameña no puede darse el lujo de perder un año; mientras muchos de esos maestros y profesores, se ausentan de los claustros públicos, calladamente acuden a sus compromisos privados, allí muestran otra actitud, abierta, tolerante, nunca hemos escuchado protestas por demandas salariales en los colegios privados, si la quincena tuviera 20 días, estoy seguro que esperarían hasta el día 20 para pagar, mientras que en las escuelas públicas tienen sus cheques asegurados los días 13 y 27 de cada mes y son sujetos de crédito sin tener dos años laborando.
Con relación al párrafo anterior es de notarse que existe una doble moral. En los colegios y universidades privadas el planeamiento educativo es una exigencia de lesa patria y hay que cumplirlo; no obstante, qué bueno es el relajo en las escuelas y universidades públicas donde puedo faltar cuando me de la gana, declararme enfermo y no llevar certificado médico, irme a huelga y cobrar como si nada hubiese pasado y para legitimar mi acción, termino apelando al derecho a huelga que me confieren acuerdos internacionales.
¿Merece la juventud panameña estar en manos de falsos profetas etiquetados de líderes, cuando en estos momentos un mundo de posibilidades económicas otea en el horizonte panameño: aeropuerto de Howard, -ya es una realidad-, mega puerto en el Pacífico y la construcción de un tercer juego de esclusas?
